Publicado por REFORMA el 19 de Febrero de 2008


"La peor mentira es la que se fabrica con la verdad envenenada".

Anónimo


Una enfermedad muy grave ataca a México: el desprecio por la palabra, la mentira sistemática y sin vergüenza, la diatriba y el insulto como mecánica diaria, el negocio de la exageración y la caricatura nacional, el cinismo como estrategia están degradando al país. Ante el interminable desfile de mentiras y sandeces, los mexicanos están descreyendo de todo. Pero una nación vive de ciertas creencias compartidas. Los pobres se multiplican, se lanzó durante la campaña mil veces, son 50, 60 millones. Falso, los pobres en México van disminuyendo, más lentamente de lo que todos desearíamos, pero disminuyen. Allí están los datos, los pobres extremos, los que tienen hambre, pasaron de más de 21 por ciento en 1992 a cerca de 14 por ciento en el 2006. Solidaridad, Progresa, Oportunidades han funcionado y deberíamos festejarlo. Pero no, ahora ya ronda entre priistas la idea de acabar con la estrategia. ¿Por qué la mezquindad de no reconocer lo que funciona?

El TLC nos ha empobrecido, gritan con seriedad casi mística. Falso, el tratado ha multiplicado las inversiones directas 14 veces, ha cambiado nuestro perfil exportador de un país dependiente del petróleo a una economía exportadora de manufacturas, ha creado cientos de miles de fuentes de empleos, muchos de calidad, y ha terminado con la pesadilla de nuestro histórico déficit con Estados Unidos. Es gracias al superávit con el norte que podemos financiar nuestros déficits con Asia y Europa. Es cierto, los efectos benéficos del TLC se concentraron en el norte, pero no se vale mentir con tanto descaro. Calderón no plantea "vender Pemex". Desde la campaña del 2006 quedó claro que ningún candidato defendía esa posición. Sin embargo la expresión circula de boca en boca, en discursos frente a mexicanos que se merecen más respeto. Es una mentira que reditúa porque exacerba los ánimos nacionalistas, pero es una mentira y como tal enferma.

El agro mexicano se encuentra al borde del abismo, todo provocado por las importaciones de maíz del 2008. Falso. La apertura del agro comenzó hace 14 años. Las importaciones de maíz en sus dos tipos han beneficiado a decenas de millones de consumidores. Las tortillas pero también otros alimentos hubieran sido mucho más caros sin esas importaciones. Las exportaciones de frutas y legumbres crecen asombrosamente. La producción de maíz por hectárea se ha incrementado pero, claro, tarde o temprano los productores con baja productividad, 94 por ciento, tendrán que enfrentar la realidad: muchas naciones, no sólo Estados Unidos, producen maíz a mucho mejor precio. Por supuesto detrás está la absurda pulverización de la propiedad agraria en la cual 80 por ciento de los productores tienen menos de cinco hectáreas. ¿Qué hacemos? Renegociar el TLC, ¿de verdad lo creen? ¿Abrir el tratado por un sector perdedor para que los perdedores del otro lado pidan protección? Pero como de lo que se trata es de alebrestar, de mentir para lucrar, pues todo se vale.

Llegó el horror de las inundaciones de Tabasco. La tragedia rebasa la peor de las imaginerías. Pero claro, la tragedia también es negocio, por qué no culpar a la CFE y decir que un demente abrió las compuertas de las presas a sabiendas de lo que ocurriría. El gobierno de satanases es capaz de cualquier cosa. Sólo el 5 por ciento del agua era responsabilidad de las presas que tenían que ser desfogadas, que así evitaron el alud asesino. Pero claro, esa versión no permite el malsano ejercicio de sembrar la duda, de intrigar, de infectar el espíritu, de envenenar la conciencia. De nada sirven las explicaciones fundadas cuando no hay una condena severa a la mentira paralela.

En un país con ocho años de escolaridad promedio, con un bajo nivel de información política, las mentiras y falsedades calan. Con la mano en la cintura un comentarista puede afirmar que en tal o cual decisión de la Suprema Corte fue clara la intervención del Presidente, que el contubernio es evidente. Silencio es la respuesta. La intriga es un excelente negocio político porque siembra la duda, no importa que las instituciones salgan dañadas, que la confusión impere, que la desconfianza crezca. Es lo de menos, lo que importa es sembrar cizaña. La palabra hoy es engaño y no medio de entendimiento. AMLO puede acusar de traición a la patria sin provocar el menor asombro. Todo se vale como si eso en sí mismo enriqueciera la libertad. Falso. Un país de incrédulos sería ingobernable para cualquiera.

Para que los mexicanos puedan decidir de manera informada y ejercer así su libertad, deben de entrada tener confianza en lo que se dice por tener asiento en la realidad. De qué sirve desarrollar todo un sistema nacional de acceso a la información que transparente los dineros públicos, si en paralelo la opinión de los mexicanos está totalmente desorientada por declaraciones y discursos sin ningún sustento, plagados de mentiras. Las falsedades se van trenzando y el ciudadano común termina por descreer de todo. ¿Cómo esperar que el nivel de debate se eleve cuando la deformación es método? No sólo cargamos con problemas de diseño institucional, como es el caso de la designación de los consejeros del IFE, además la irresponsabilidad verbal no tiene factura.

Esto no es cuestión de reformas de Estado, de nuevas leyes, de acuerdos nacionales. Es un asunto de integridad personal, de ética social. Instituciones nuevas con los mismos mentirosos profesionales sería otro engaño. Lo primero es exigir respeto a la palabra, lo segundo es denunciar la mentira y por supuesto a los mentirosos.


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