Reforma - 22 de Septiembre de 2007
1. ¿Qué habría pasado si Felipe Calderón hubiera competido el año pasado bajo las normas de la nueva reforma electoral?

Jamás habría alcanzado a López Obrador. La ventaja que tenía al inicio de la campaña el ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México era abrumadora. Después de cinco años de conferencias matutinas, y de fijar la agenda del día, AMLO era el más conocido de todos los candidatos. La inequidad de la contienda estaba en el punto de arranque. Calderón era un personaje desconocido y con escasa exposición en los medios. La excesiva regulación de la publicidad y la prohibición de las campañas negativas le habrían impedido remontar esa desventaja. En el barullo de las propuestas "positivas y correctas" el mensaje de Calderón jamás habría impactado a los ciudadanos. La percepción de la gente cambió por la fuerza y la intensidad de la campaña que emprendió el candidato de Acción Nacional.

Corolario: la regulación excesiva para asegurar la "equidad" opera en sentido contrario porque en el punto de arranque los candidatos no están, por definición, en condiciones de igualdad.

2. ¿Por qué se restringe el derecho de organizaciones civiles, profesionales y gremiales a expresar su punto de vista, mediante publicidad pagada, durante las campañas electorales?

Partamos de un reconocimiento inicial y fundamental: este tipo de organizaciones son expresiones de la sociedad. Un colegio de ingenieros, una organización como Provida, un sindicato o una asociación de empresarios tienen intereses, principios y valores legítimos que defender. No hay ninguna razón para limitar su derecho de expresión y manifestación. El debate público se enriquece y vive de ésa y en esa diversidad. Un sindicato tiene todo el derecho de censurar a un candidato que proponga abolir el derecho de huelga. Y en la misma circunstancia se encuentra una agrupación que esté en contra del aborto si otro candidato predica la legalización del mismo. Para no mencionar el derecho de los empresarios de abogar por la libre empresa o el de los ecologistas de defender el medio ambiente. De ahí que la prohibición de que estas organizaciones participen activamente en el debate constituya un atentado contra la libertad de expresión.

3. ¿Qué consecuencias tiene elevar a rango constitucional la prohibición de las campañas negativas?

Constituye, de entrada, otro atentado contra la libertad de expresión. El párrafo en cuestión prohíbe que los partidos difundan mensajes que denigren a las instituciones, partidos y otros candidatos. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: denigrar es "deslustrar, ofender la opinión o fama de alguien". Adviértase que según esta definición no importa que lo que se diga sea verdadero o falso. Porque se puede ofender o deslustrar la opinión o la fama de alguien difundiendo estrictamente la verdad. Si un partido elabora un mensaje señalando que la propuesta de un candidato de bajar los impuestos y aumentar la recaudación es demagogia pura, caería inmediatamente bajo esta tipificación. Es más, en sentido estricto no hay forma de establecer un verdadero debate sin deslustrar la opinión del adversario. Sobra decir que la prohibición incluye cualquier referencia al pasado, la personalidad o los excesos del contendiente. Porque cualquier mención de su incompetencia o de eventuales delitos que hubiera cometido (como tomar a la brava las calles o incluso haber sido procesado por robo) constituye una ofensa o deslustra su fama. No habrá, en consecuencia, debate ni campañas efectivas. Lo que tendremos será gazmoñería pura, como si los políticos fuesen almas puras, prístinas y cándidas.

4. ¿Por qué no se introdujo la reelección de los diputados y senadores?

Obviamente, porque el PRI, el PRD y el PAN no se pusieron de acuerdo. Porque el resto de los partidos, al menos Convergencia y el Partido Verde, mantienen una postura favorable. La razón de fondo de los tres grandes está en el control y el poder de las cúpulas partidarias. Me explico. La reelección tiene dos ventajas probadas: primero, permite que los ciudadanos tengan posibilidad de sancionar efectivamente a sus representantes. A vuelta de cada legislatura, el diputado o senador se confronta con sus electores y se somete a su mandato: si actuó bien es reelecto, si no, no. Su carrera y su futuro dependen entonces de sí mismo y de su actuación. Bajo el sistema de no reelección el legislador sigue adelante independientemente de su desempeño, pero además es la cúpula partidaria la que decide postularlo o no a otro cargo de elección popular. Debe, por lo tanto, quedar bien con los de arriba, no con los de abajo. Segundo, profesionaliza el trabajo de los legisladores e incrementa su responsabilidad. En suma, la reelección los vuelve más autónomos respecto de las cúpulas burocráticas. Ahí está, como decía Cantinflas, el detalle.

5. ¿Por qué pretendieron elevar a rango constitucional la prohibición de las candidaturas independientes?

Para monopolizar, de una vez por todas, la representación de los ciudadanos. La limitación del derecho a ser votado fortalece a las cúpulas partidarias y atenta contra la sociedad. Es un ejemplo muy claro del sentido último de esta reforma. Los políticos hablan de involucrar a los ciudadanos en la política, pero en realidad desalientan y coartan esa posibilidad. Su doble lenguaje y su moralina desteñida son grotescos.

6. ¿Estamos ante el fin de la trivialización de las campañas o, como sentenció La Jornada, la reforma enterró la dictadura de los spots?

Falso. La nueva legislación no contempla la desaparición de los spots. El tiempo que le será concedido a cada partido se traducirá en spots de uno, dos o tres minutos. La única diferencia es que no tendrán un costo para ellos. La combinación de tiempo libre con la gazmoñería que instituye la reforma será terrible. Algo así como pequeñas horas nacionales de 6 de la mañana a 12 de la noche.

7. ¿Hacia dónde apunta la nueva ley de medios?

Los senadores están hablando de una tercera o cuarta cadena. El problema estaría en que decidan comportarse como el buen samaritano y se propongan controlar los contenidos. Esto es, crear un comité de salud que censure los programas con el loable propósito de "mejorar" el nivel moral y la calidad de los mismos. Los antecedentes, consignados arriba, apuntan en ese sentido. De ser el caso, sería otro atentado, aun más grave, contra la libertad de expresión. Pero ¡aguas! Los senadores ya probaron las mieles de su poder y andan encarrerados.

¿Dónde estabas tú?

La manera de medir el nivel de significación de un hecho, es la eventual llegada de la pregunta en una charla cualquiera sobre el tema "¿y dónde estabas tú cuando pasó?": El hombre en la luna, el terremoto del 85, la invasión que dió inicio a la guerra del Golfo Pérsico, el asesinato de Colosio, el atentado contra las Torres Gemelas (por cierto) o las bombas en los trenes del 11 de marzo.

Ayer 11 de Septiembre, mientras en diversos medios y seguramente el mundo entero se preguntaba dónde había estado en esta misma fecha pero de 2001, los mexicanos despertábamos con la noticia que a mi en lo personal me hará recordar esta fecha de manera diferente: el día en que el Congreso, por la vía legal, le robó la libertad a México en nombre de la democracia.

El alboroto venía de tiempo atrás con el runrun de que se cocinaba una reforma que exigía la destitución de Juan Carlos Ugalde y de todos los consejeros del IFE con el argument hueco de sus participación activa en un fraude electoral que, dicho sea de paso, nunca fue demostrado ni de cerca.

Cualquiera que oyera esta propuesta de reforma, se imaginaba una suerte de venganza directa de los partidos perdedores contra el IFE por no cumplir con sus absurdas demandas en el 2006; la teoría de la revancha la confirmaban también las opiniones de los que sí aprovaban esta medida "que bueno, para que se les quite", quizás decían, ¿no es esto revanchismo? ¿no es esto un escarmiento para que sepan con quién no deben de meterse?

Pues yo creia que esto ya era grave, pero lo peor estaba por saberse.

Escuchaba el programa radial de Sergio Sarmiento por la mañana, mientras que él entrevistaba al Senador del PAN, Santiago Creel para que nos explicara el por qué, siendo que desde que comenzaron los rumores de la reforma se negaron a apoyarla, ahora votarían en favor de dicho documento. En segundo lugar, que nos diera buenas razones para que nosotros como ciudadanos aprobáramos las modifiaciones, muchas de ellas absurdas, que se pretendían hacer a la constitución con la única razón aparente de construir una partidocracia, donde ni el IFE, ni los partidos chicos, ya ni siquiera el pueblo, tengamos derecho a participar en la contienda electoral sin presiones de los partidos fuertes.

Algunos de los puntos que se propusieron son absurdos, ilegales antes los derechos básicos civiles de cualquier república que se respete, inmoral ante los ojos de la democracia, ofensivos sobre la memoria de quienes han muerto por construir la democracia en México. Lo irónico, que muchos perredistas murieron en esta lucha y son ahora los sobrevivientes de dicho partido quienes promueven esta reforma sólo para sus revanchas y su propio "beneficio".

El que ningún particular pueda pagar de su bolsa un desplegado para apoyar o denunciar un candidato, ¿no es absurdo?. Que para poder ser votado tengo que tener la venia de un partido político ¿no es inmoral, abusivo y agresor de mis derechos civiles?. Además, la destitución de consejeros, la prohibición a los ciudadanos de pagar propaganda, el impedimento de la crítica a los contendientes, el condicionamiento de las candidaturas a puestos de elección popular, etc. ¿no son revanchas personales de AMLO y el PRD?

Tomar minutos valiosos (hablo de dinero) de los medios electrónicos para sus aburridos programas... si señor Creel, ABURRIDOS, aunque se ofenda... esto puede ser que sea un poquitín menos de lo que nos quieren hacer ver los señores de la CIRT; sin embargo si creo que es un agandalle cínico y prepotente, nada más, de los "señores" legisladores. El poder envenena, AGUAS.

Ellos dicen que esto es para darle oportunidad a los chiquitos (partidos) para estar en a contienda; que no sean hipócritas, porque si de verdad les interesara la equidad, hubieran considerado la repartición de ese tiempo agandallado en beneficio o POR LO MENOS, en condición de igualdad para con los partidos más jóvenes.

Obvio, que estos partidos con estas tres medidas, mordaza, eliminación de partidos jóvenes y candidaturas ciudadanas y publicidad (dicho sea de paso, gratis), esperan que la gente los volteé a ver, les suba el rating y, en una de esas y con mucha suerte, hasta se limpie su imagen y la gente vuelva a creer en ellos (ja). Lo que va a pasar nada más es que para gente como yo, que no voto por partidos enquistados, simplemente si no existiera Alternativa (o los otros partidos jóvenes) no iríamos a votar, o iríamos a invalidar la boleta o simplemente a robárnosla.

Señores legisladores, así no se gana esta guerra. Trabajen, ¿lo han intentando? así seguro la gente vuelve a verlos con mejores ojos.

Reforma - Jaque Mate
12 Sep. 07

"La gente nunca debería saber cómo se hacen sus leyes o sus salchichas".

Otto von Bismarck


El senador del PRD Ricardo Monreal anunció el lunes su decisión de recurrir al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) para impugnar la suspensión por ocho meses de sus derechos como miembro del partido. Él había señalado que no impugnaría la decisión, pero esto fue cuando se dijo que la suspensión sería de seis meses. La diferencia es que al alargarse el castigo se afecta su posibilidad de contender por la presidencia nacional del PRD el año que viene.


No deja de ser paradójico que el senador Monreal -quien ha cuestionado la honestidad de los magistrados del tribunal electoral porque éstos decidieron de manera unánime que la elección de Felipe Calderón era legal y lo declararon Presidente constitucional de México- recurra hoy precisamente a ellos cuando siente amenazados sus derechos y ambiciones políticas por una decisión interna de su partido. Pero así son los políticos. Sólo rechazan las reglas y las instituciones cuando les son adversas. Si Monreal tiene éxito en su recurso ante el TEPJF, buscará la presidencia nacional del PRD, y eso es más importante que cualquier agravio que tenga contra los magistrados.

Otra paradoja del caso es que, si tiene éxito la reforma electoral que entre otros grupos impulsa el PRD de Monreal, los miembros de los partidos no podrán ya seguir acudiendo al tribunal cuando los dirigentes violen sus derechos. Efectivamente la reforma, cuyo objetivo principal es fortalecer el poder de los dirigentes de los partidos, eliminará la posibilidad de que los integrantes de estas agrupaciones puedan acudir al IFE o al TEPJF en caso de abusos de sus líderes.

Los líderes buscan eliminar la posibilidad de este recurso legal porque afirman que el IFE y el tribunal se han inmiscuido en los asuntos internos de los partidos. La verdad, sin embargo, es que las autoridades electorales han dejado que los partidos establezcan sus propios estatutos, siempre y cuando éstos se ajusten a la ley. La mayor parte de los casos en que el tribunal ha intervenido en decisiones internas de los partidos son aquellos en que éstos han violado sus propios estatutos o los derechos constitucionales de algún individuo. Con la reforma, ni siquiera en estos casos se permitiría la intervención del tribunal. En otras palabras, ni Monreal ni ningún otro militante de ningún partido tendría recurso legal frente a una decisión de sus dirigentes.

La lógica más elemental nos dice que las cosas no deben ser así. Los partidos no pueden ni deben ser una isla dentro de la legislación de nuestro país. Pero con la reforma electoral lo que buscan los partidos es, precisamente, convertirse en los únicos protagonistas de la vida política de México.


Por eso la iniciativa de reforma electoral sube a nivel constitucional la prohibición de las candidaturas independientes que se ha usado en el pasado para impedir la aspiración de ciudadanos, como Jorge Castañeda y Víctor González Torres, a cargos de elección popular. Por eso prohíbe a los ciudadanos comprar publicidad para expresar sus puntos de vista políticos o su respaldo o rechazo a algún candidato. Por eso le da al Congreso la facultad de nombrar al contralor del nuevo IFE, que así podrá ejercer presión sobre el instituto. Por eso destituye a los actuales consejeros del IFE, que han osado enfrentarse a los partidos políticos.


Los políticos que están impulsando esta iniciativa olvidan, sin embargo, que antes de ser dirigentes de partidos son ciudadanos. Con la nueva legislación, por lo tanto, se están restringiendo a sí mismos sus derechos políticos.

Esto lo debería entender el senador Monreal, que con la nueva legislación no tendría recurso ante la suspensión de actividades que le ha decretado el PRD con el propósito de excluirlo de la lucha por la presidencia nacional de su partido. Esto lo deberían entender todos los políticos, que en un momento han tenido alguna discrepancia con las cúpulas de su partido y que pudieran en un momento buscar una candidatura independiente.

México necesita una reforma electoral adicional, pero no la que se está cocinando en el Senado. No necesitamos dar mayores poderes a los partidos, que son las instituciones más desprestigiadas de nuestra vida pública. Necesitamos una reforma que, por el contrario, abra la política a la participación de la sociedad, con candidaturas independientes, con la reelección de legisladores y presidentes municipales, con una mayor intervención de los ciudadanos en la vida pública.


Si el propósito de la reforma electoral es simplemente dar más poder y dinero a los partidos, mejor quedémonos con la legislación que ya tenemos.

La seguridad de las personas y de su patrimonio, la observancia de las leyes y el orden público debe ser el piso común de la convivencia social. Pero eso que se enuncia fácilmente es una construcción compleja que hoy tiene que hacer frente a la expansión y fortalecimiento del crimen organizado y a su secuela de muerte y terror, y a un marcado deterioro de las instituciones encargadas de su tutela y protección. La seguridad entonces es un "deber ser" que reclama y requiere operaciones políticas que se hagan cargo de la dificultad del tema. La seguridad es más una aspiración que una realidad. Pensando en ello un grupo de personas llamamos a realizar un encuentro titulado "Seguridad en democracia" con la finalidad de escuchar los diagnósticos de muy diferentes especialistas (ministros de la Corte, académicos, gobernadores, senadores, empresarios de los medios, periodistas, expertos internacionales), reflexionar sobre ese fenómeno y generar una plataforma de discusión que eventualmente ayude a construir una auténtica política de Estado.
Quienes convocamos a ese evento creemos que el tema de la "seguridad en democracia" puede ser una arena de confluencia, un basamento común, una zona de acuerdos que permita generar una política que pueda unir a las principales fuerzas políticas y sociales de la nación. Es por ello que hablamos de una política de Estado (no de gobierno). Porque si bien asumimos que en la política por definición coexisten diagnósticos y propuestas divergentes y que ello es connatural al quehacer democrático, pensamos que pueden existir (se pueden construir) zonas de acuerdo que merecen ser asumidas por el conjunto de las expresiones políticas y sociales, y que una de ellas es precisamente la de la "seguridad en democracia". Espacio común que posibilita la reproducción de la diversidad de intereses, ideologías, propuestas.
El solo enunciado pretende ser elocuente: no seguridad que vulnere derechos ciudadanos, no seguridad que erosione garantías individuales, no seguridad autoritaria que pase por encima de leyes e instituciones. Sino una política de seguridad articulada con la defensa de los derechos humanos, desplegada en un marco de pluralidad política, y cuyos objetivos básicos sean la defensa de las personas, su patrimonio y de nuestra germinal democracia.
Nada carcome más la convivencia social y la vida pública que la violencia que desatan las bandas delincuenciales. Y por supuesto ese fenómeno requiere ser atajado por muy diferentes vías, dado que no existe una solución unívoca. Si fuésemos capaces de generar un diagnóstico compartido y al mismo tiempo delinear las grandes tareas que tienen que llevar a cabo instituciones y actores sociales tan diversos como el Congreso o la Secretaría de Educación Pública; los tribunales, los gobiernos federal y locales, los partidos políticos, o por otro lado, los medios masivos de comunicación y las organizaciones no gubernamentales; y si además el intercambio de puntos de vista fuera capaz de detectar las normas que hay que modificar o fortalecer, las instituciones que hay que reformar y en qué sentido, las políticas sociales que debemos desplegar, la cooperación internacional que eventualmente puede resultar útil, etcétera, estaríamos (quizá) edificando un terreno de convergencias que no sólo incrementaría las posibilidades de éxito de las acciones contra el crimen organizado, sino que además eventualmente esa política dejaría de ser moneda de cambio y chantaje mutuo entre los propios actores políticos.
El deseo primero de vivir en paz -con seguridad- es una pulsión elemental y fundamental. Elemental, porque sin ella la convivencia se desgarra hasta convertirse por momentos en su contrario, una especie de ley de la selva, donde la voluntad de los más fuertes e impunes tiende a imponerse. Y fundamental, porque sin ella tareas más ambiciosas, como el crecimiento con equidad, la coexistencia de la pluralidad, la conjunción de libertad y responsabilidades sociales, se vuelven no solamente inciertas, sino altamente improbables.
No resulta casual que en una reciente encuesta de Ipsos-Bimsa sobre las preocupaciones ciudadanas el tema aparezca en el primer lugar. El 23 por ciento de los encuestados contestó que el "principal problema que enfrenta el país" es la delincuencia y la inseguridad, por encima del 21 que mencionó el desempleo. Y si a ello sumamos el 6 por ciento que dijo el narcotráfico, llegamos a que tres de cada 10 ciudadanos están preocupados por la inseguridad (El Universal, 3 de septiembre). Tampoco es un dato menor que desde el gobierno se le haya convertido en una causa prioritaria desde el inicio de la presente administración. Y recordemos aquella espectacular marcha realizada en el Distrito Federal que congregó a decenas de miles de ciudadanos clamando por seguridad. Además, no hay conversación familiar, de amigos o compañeros de trabajo donde el tema no irrumpa con su cauda de nerviosismo, angustia, malestar, temor. Se trata de una preocupación compartida que expresa uno de los sentimientos más profundos de esa comunidad imperfecta, desigual, profundamente estratificada y polarizada, a la que denominamos México, nuestro país.
Si ello es así, entonces estamos obligados a generar todas aquellas políticas capaces de revertir esa tendencia. En especial generar los diagnósticos sobre cada uno de los eslabones institucionales (policías, ministerios públicos, jueces, reclusorios) que tienen que ver con ese abismal problema, para intentar que la seguridad en democracia se convierta en realidad.


JAQUE MATE
Publicado en REFORMA
"Si no hay reforma electoral, no hay reforma fiscal". Emilio Gamboa
No me extraña que en las encuestas de opinión los políticos, y en especial los diputados y los senadores, reciban las peores calificaciones de todos los personajes públicos e instituciones de nuestro país. A pesar de la pesadísima campaña de publicidad en que la Cámara de Diputados y el Senado buscan lavarse la cara y obtener una mayor aprobación del público, la gente no puede dejar de darse cuenta de su hipocresía.
Esto lo vemos en la posición de los legisladores, especialmente los del PRI, al señalar que no habrá una reforma fiscal mientras no se apruebe la reforma electoral. Para una persona común y corriente, esta posición suena cuando menos extraña. Uno pensaría que un legislador aprobaría una reforma fiscal si es buena para la gente y respaldaría la electoral en caso de que también resultara adecuada. Pero condicionar la aprobación de la primera a la segunda, como lo plantean los priistas, parece absolutamente ilógico. ¿Significa esto que habría que aceptar una reforma mala sólo porque otra, de un tema muy distinto, fue aprobada?
La única razón para atar una reforma a la otra es política; y no en el sentido alto de la política, que es el arte de llegar a acuerdos para beneficio de los ciudadanos, sino en el más bajo, de ver cuánto saco en lo personal o para mi partido de una negociación.
Los diputados y senadores del PRI, que representan el fiel de la balanza en el Congreso, sienten que el gobierno del presidente Felipe Calderón está desesperado por lograr la reforma fiscal. Pero saben también que esta reforma no es un simple capricho, sino una medida necesaria para compensar la caída en los ingresos petroleros del gobierno y para ampliar los programas sociales y la construcción de infraestructura. Los propios gobernadores del PRI les piden a gritos una reforma que les dé más dinero.
Sin embargo, los legisladores del PRI no quieren votar por la reforma del gobierno por sus méritos ni hacer una propuesta propia. Lo que buscan es vender su voto a cambio de otra reforma cuyo elemento fundamental es la destitución de los consejeros del Instituto Federal Electoral.
Los diputados y senadores parten de la suposición de que pueden engañar a la gente de manera indefinida. Piensan que por gastar dinero de los contribuyentes para pagar campañas de publicidad que digan que "están trabajando para ti" obtendrán una mayor aprobación popular. Lo curioso del caso es que las encuestas señalan que el IFE, ése que ellos están empeñados en destruir porque lo consideran desprestigiado, tiene una aprobación mucho mayor que la de ellos. Si realmente hubiera que desmantelar instituciones por estar desprestigiadas, el Congreso de la Unión sería el primero en parar en un basurero.
Uno podrá estar de acuerdo o no con la reforma fiscal propuesta por el gobierno. Yo en lo personal la encuentro insatisfactoria. Pienso que no nos permitirá tener una economía más competitiva ni un sistema fiscal más sencillo o más equitativo.
Pero los legisladores del PRI están considerando aprobarla en parte porque se dan cuenta de que no hay muchas otras opciones. Después de todo, ellos mismos han cerrado las puertas a aplicar un mismo IVA a todos los productos y servicios y en todos los lugares del país. Han rechazado también eliminar las exenciones, excepciones y tratos preferenciales que han vuelto una pesadilla el cobro de impuestos en México y que son una de las razones fundamentales de que la recaudación sea tan débil.
Si los legisladores del PRI consideran que la reforma fiscal es aceptable, y que por lo tanto merece ser aprobada por méritos propios, no se entiende por qué quieren condicionarla a una reforma electoral que sólo tiene el propósito de cobrar una venganza contra el IFE. Lo que deben decidir es si la reforma es buena o no para los mexicanos. Si es buena, no hay por qué esperar ninguna otra reforma. Si es mala, hay que votar en contra de ella, independientemente de que se estén discutiendo otras iniciativas.
Los legisladores del PRI ni siquiera hacen un esfuerzo ya por pretender que están actuando en representación de los ciudadanos. Al afirmar abiertamente que si no hay reforma electoral no habrá reforma fiscal, se les olvida que su función es defender los intereses de los mexicanos y no los de sus partidos políticos.
No se dan cuenta de que la mayor parte de la población mexicana no comparte su deseo de destituir a los consejeros del IFE por el pecado de haber hecho su trabajo en los comicios del 2006 o por haber cobrado multas a los partidos. No se percatan de que los mexicanos se dan cuenta perfecta de que el poder de los legisladores se debe usar para negociar medidas que beneficien a los ciudadanos y no para promover la agenda de los partidos.
Ugalde
Defender al Instituto Federal Electoral ante los políticos que quieren violar su autonomía es una causa imprescindible para quienes creen en la democracia. El peor enemigo en esta lucha, sin embargo, ha resultado ser el propio consejero presidente. Más que defender a la institución, Ugalde parece estar protegiendo su chamba. Y qué lamentable, porque en este momento histórico hubiera sido maravilloso que el IFE pudiera haber tenido a un presidente más digno.

¡YA BÁJENLE!: Dos queridos amigos que gozan (a lo mejor no gozan, pero así se dice) de todo mi respeto: Denise Dresser y Sergio Aguayo me invitaron a ser parte de la iniciativa ¡Ya Bájenle! que es, o pretende ser, una acción ciudadana coordinada y esperemos que masiva para exigir una reducción drástica (no tan drástica como yo quisiera) del dinero que se le otorga a los partidos y el que se aplica a las campañas. Si juzgáramos por los millones y millones que se gastan, deberíamos tener a Winston Churchill de presidente y a Condoleezza Rice en lugar de la Gordillo (¡qué cambio más aterrador!, ¿verdad?). Gastamos de manera estúpida en mantener a una bola de haraganes, buenos para nada, pocalucha y comecuandohay del tipo del Niño Verde, o de Kahwagi y muchísimos más que calzan, visten, comen, se transportan, viajan, se reproducen y jamás se mueren; todo esto a nuestras costillas. Por un lado tenemos a nuestro rotundo Secretario de Hacienda friegue y friegue con que no le alcanza y que hay que "ampliar la base tributaria" (éste es otro de los espejismos sexenales, similar al de "el formato del Informe ya es obsoleto"), que no somos buenos causantes y que las hilachas con saliva de perico, todo esto nos dicen, pero nunca nos hablan de lo que recibimos a cambio de lo que entregamos: servicios horripilantes, inseguridad, rezagos en todo y por todo. Es que somos muy pobres, nos dicen a cuenta de Juan Rulfo y yo me permito disentir: no somos un país pobre, somos un país sistemáticamente empobrecido por esos rateros que siguen medrando ante la pasividad de todos y la complicidad de algunos. De ese dinero que nos dejan los rateros todavía hay que descontar lo que se gasta en inutilidades, en fastos nefastos y en manutención de vagos. Aquí es donde entran los partidos y sus jugosas partidas. Por supuesto que no tan sólo me adhiero al proyecto ¡Ya bájenle!, sino que del modo más entusiasta te invito, lectora lector querido, a que participes de este esfuerzo ciudadano. En la dirección www.plazadelangel.com.mx encontrarán un espacio destinado especialmente a esta tarea. Nosotros nos encargaremos de hacer llegar estas adhesiones a Alianza Cívica A.C. para que esto llegue a manos del senador que le corresponde al justificadamente quejoso. Si quieren hacerlo de manera más directa pueden ingresar al sitio www.yabajenle.org.mx. Lo que tiene que quedar claro es que los ciudadanos hemos pensado que ya estuvo suave, que ya es tiempo de que entiendan que nuestro dinero no es su dinero y es por eso que exigimos ¡ya bájenle!.PRESENTACIÓN: En estos tiempos de yunques y espíritus chocarreros, me voy a dar el inmenso gusto de presentar "México ante Dios" de Francisco Martín Moreno que es un ensayo-novela sobre la calamitosa Iglesia Católica mexicana. Esto ocurrirá en la Hacienda de los Morales, hoy a las 19:30 hrs. Agradezco al autor (Pancho, mi hermano) la invitación que hago extensiva a toda la raza. Aikir.
¿QUÉ TAL DURMIÓ? MCXXIV (1124)Hoy miércoles 5 de sept. rindió Enrique Peña Nieto, su Informe de Gobierno cuyo nuevo formato permite a los legisladores interrogar ahí mismo al titular del Ejecutivo estatal. En esta fase, un nombre apareció inmediatamente; el de ARTURO MONTIEL y el generalizado clamor para que en verdad se le haga justicia. Con falsa tranquilidad Peña Nieto nos comunicó que ése era ya caso juzgado. Si el malestar ha sobrevivido ha sido, según él, por intereses partidistas y por "aclamaciones mediáticas". Este jumento no sabe ni hablar. Ahora resulta que aquí, día tras día, a lo que nos hemos dedicado es a aclamar al presunto raterazo. Muy bien. Vaya para usted, señor Gobernador, una aclamación muy especial.
ENVÍO: Para Carmen Aristegui, tan querida, tan necesaria y tan distante.
Cualquier correspondencia con esta columna hecha de tiempo y sucesos, favor de dirigirla a german@plazadelangel.com.mx (D.R.)

Los fantasmas de López

Leo en la Jornada dos artículos que me hacen sonreir. Uno, donde Los Pinos niegan "categóricamente" la supuesta reunión de Felipe Calderón con el ex presidente Carlos Salinas como lo aseguró el "Presidentito de Juguete", López Obrador; el otro, titulado "Pararemos el país si intentan cambiar la Constitución para vender Pemex: AMLO", en el cuál Mi Peje aseguraba que de "buena fuente" sabía que Calderón se reunió con Salinas (como mencionaba el otro artículo), además de que AMLO advertía a los legisladores sobre un movimiento en contra de la privatización de Pemex.


Esta vez, reseña La Jornada, que la advertencia se hizo extensiva a los diputados del PRD, diciendo las siguientes jocosas palabras "Que se olviden de darme la cara; que ni me dirijan la palabra. No queremos diputados levantadedos ni políticos fantoches, mediocres, ladrones, que tanto daño hacen al país"

Sonrio ya con las puntadas de este tipo porque cada día son mas notorias varias cosas: la lista la encabeza por supuesto su locura, su paranóia, su megalomanía; luego vienen sus fantasmas, Salinas de Gortari y los fantasmas que le aconsejan en el oído que el es el dueño del PRD y puedo amenazar a los diputados perredistas del gobierno que él mismo llama"ilegítimo". Estos fantasmitas amistosos también le deben decir cosas como que repudiar la privatización de Pemex tiene mucho punch, cuando todos sabemos que el futuro de los energéticos ya no está en el oro negro.

Deberíamos ocuparnos en explorar nuevas tecnologías y buscar alternativas, y no preocuparnos por un cursi y desteñido patrioterismo sobreprotector y absurdo.

¿En serio Pemex es de los mexicanos?

Vaya, que López se haga una sesión espiritista para que le ahuyenten los fantasmas del pelón grandiorejotas, que bastante nos ha costado exorcisarlo para que el Peje lo regrese a la historia Nacional. Ya de paso que se espante a los fantasmas que le dan consejos arcaicos y que mejor se consiga unos buenos asesores políticos.

Ya si lo espiritista no le late, que se consiga un buen psiquiatra o que acuda ya de últimas a un grupo de autoayuda 12 pasos para que le saquen el "chamuco" de una buena vez.

REFORMA | 9 de Agosto de 2007

Se están soltando los perros. Leonel Cota, en plan de recordarnos aquel programa llamado "Chiquilladas", anunció que no hay homogeneidad en cuanto a la postura que asumirán sus legisladores durante el Informe. Hay, nos dijo Don Leonel que tenía sentado a su vera y cuchileándolo al pérfido Fernández Noroña; hay tres corrientes (corrientes, lo que se dice corrientes, hay mucho más) en el partido: los que sin salirse quieren mostrar claramente su enojo por el Informe y se dedicarán a jugar burro castigado, encantados, stop, arranca cebollas y Mambrú. Hay otra corriente que dice que lo que hay que hacer es ponerse de espaldas mientras el Presidente esté hablando. ¡Qué bárbaros!, este radicalismo no lo tuvo ni Robespierre. La tercera opinión la respaldan aquellos que lo que desean es abandonar el recinto legislativo en cuanto el titular del Ejecutivo diga la primera palabra. Todo esto es de un infantilismo que es casi una náusea. Preguntemos una vez más: ¿para eso les pagamos?, ¿para que deliberen cuál es la mejor payasada que pueden hacer durante un informe que, según ellos mismos, tiene un formato absolutamente ineficaz?. Eso dicen, pero jamás se les ha ocurrido crear otro con la debida anticipación; bueno, pues ahí los tenemos deliberando acerca de cuál debe ser la postura de este partido más partido que nunca. No lo dicen, pero me queda muy claro que, además de todo, los perredistas están todavía enchiladísimos por la subrepticia y eficaz manera que tuvo Felipe para colarse en el Salón de Plenos y tomar posesión. Desde aquel primero de diciembre, no duermen a gusto y para acabarla de fregar, AMLO los regaña todos los días y los amenaza con el peor castigo que un ser humano puede imaginar: AMLO les dejará de hablar. A mí hasta se me espanta la leche con una amenaza así. Concluye Leonel "El Tigre" Cota: y eso sí, de parte del PRD no habrá ni un solo aplauso para Calderón. Me imagino el impacto que esto debe haber tenido en el ánimo y la sensibilidad del Presidente: ha de estar acabado y no ha querido ni comer con todo y que le preparan blanco de Pátzcuaro y chongos zamoranos. Caro ha de pagar el PRD su perfidia y su idiotez.

En cambio Los Sopranos lo han tomado con más calma. En este sexenio "la clase política del PRI", después de lo lucido que fue el desempeño de Roberto Madrazo, han decidido que lo suyo es sobrenadar la situación y, dada su habilidad de pirañas de tierra adentro, zamparse todo lo que arrojen del barco. Ellos sí están a lo que caiga, pero tantos años fungiendo como dueños del país los han curtido y les han enseñado que la política implica un sólido cinismo y una larga paciencia. Ellos saben su cuento y alimentan la terrible ilusión de que tarde o temprano, México recapacitará y volverá a caer en brazos de Manlio Fabio. Para llegar a esta condición de pacientes tiranosaurios hay que tragarse muchos sapos y beber, no una sino muchas veces, el amargo cáliz de la derrota. Por esto perdió Jorge Hank a quien, a pesar de su buena voluntad, todavía le falta mucho para obtener su grado de auténtico dinosaurio. Este numerito de que se retiró varios días a "lamerse las heridas" así lo indica y además a mí me preocupa que pueda haber contraído una infección de lengua. ¿Se imaginan a lo que sabe Jorge Hank?. Ha de ser un sabor similar al de la orina de búfalo. Y ya me voy, porque quiero apartar mi lugar en el Informe, aunque todavía no sé qué postura adoptaré. Esta información continuará.

REFORMA

Ciudad de México (09 de agosto de 2007).-
La Comisión Especial del PRD suspendió los derechos partidistas a Ricardo Monreal, vicecoordinador de la bancada en el Senado, por actuar contra los intereses político- electorales del partido en Zacatecas.

El documento, elaborado por la Comisión Especial e integrada por el líder del PRD, Leonel Cota; el secretario general, Guadalupe Acosta y el secretario técnico, Rafael Hernández, concluyó que Monreal incurrió en una falta grave a los estatutos del partido.

De acuerdo con las reglas internas del partido, el dictamen tendrá que ser aprobado en el pleno del Comité Ejecutivo Nacional que pospuso su reunión para este viernes.

Fuentes del CEN del PRD confiaron a GRUPO REFORMA que la Comisión encontró elementos que corroboraron la relación de Monreal con el PT y Acción Nacional y que causaron un daño político- electoral al partido en los comicios de Zacatecas.

"Se suspendió la reunión del Comité Ejecutivo Nacional por el asunto de Monreal, pero mañana el dictamen será sometido a votación por el pleno y todo apunta que será ratificado para turnarlo a la Comisión de Garantías y Vigilancia donde se desahogará.

"El dictamen estableció la suspensión provisional, esto significa que Monreal dejará de tener derechos partidistas y tendrá que ser sustituido en la vicecoordinación del PRD en el Senado", explicó una fuente de la dirigencia.

El PRD abrió un proceso contra el ex Gobernador de Zacatecas acusado por diversas corrientes internas del PRD de haber apoyado al PT y al PAN en detrimento electoral del sol azteca en esa entidad

REFORMA | 8 de Agosto de 2007

En alguna ocasión no muy lejana, la vida en su avalancha me arrastró a Berlín. Como ya lo comenté, Berlín es uno de los grandes centros de liberación de energía que tiene Occidente. La ciudad se mira a sí misma como la ciudad del futuro, pero, si hemos de creerle a Döblin y a Günter Grass (te invito, lectora lector querido, a que leas "Pelando la cebolla" recientemente traducida al español en Alfaguara), la ciudad tiene muchos fantasmas que obligan a mirar el pasado.


En pos de uno de estos fantasmas, me lancé una mañana. Quería yo encontrar la exacta ubicación del búnker donde transcurrieron las últimas horas del Tercer Reich y, en particular, las de Eva Braun y Adolfo Hitler. Casi no queda nada. Como gato que entierra sus miserias, Berlín alzó el tapete para que entre la maleza y las construcciones modernas se perdiera esa boca de la muerte. No contaban los berlineses con la memoria de tantos que es la que nos permite reconstruir ese lugar. Basados en estas memorias y testimonios es que los cineastas han podido reconstruir fidedignamente el búnker de Hitler: la infamia y la cobardía rodeadas de soldados.

Creo que ya me excedí con el prólogo. Yo exclusivamente quería recordar al búnker por antonomasia, para compararlo con lo que hace un año, sin resultados visibles, construyó Vicente Fox en todo el perímetro del Palacio de San Lázaro. Un búnker azteca y fallido mediante el cual el presidente en turno pretendía controlar a las masas enloquecidas que ya habían tomado el Salón de Actos y permitir su ingreso a este salón para dar solemne lectura al Informe presidencial. Como recordarán, un contingente de petaconas se adueñó de la mesa, relucieron las rechiflas y las pancartas, se hizo patente el solapado regocijo de los priistas y los panistas, muertos de pánico, se fueron a refugiar a un rinconcito. Así las cosas, llegó el Presichente, vio cómo estaba el rocanrol y, como es sacatonsísimo, decidió regresar por donde vino, tacleó a Doña Marta que ya iba para adentro con su atuendo de sirena oaxaqueña, se trepó de nuevo al autobús, fueron a echarse unos tacos en "Los Panchos" (información no confirmada) y se refugiaron en Los Pinos donde Fox leyó por televisión el horrendo y adocenado mensaje que no pudo ¡qué bueno! leer en San Lázaro.

Hace un año ocurría esta historia del fallido búnker. Los maravillosos e inútiles diputados y senadores llevan ya varios años de decirnos: esta ceremonia del Informe con su formato actual ya sólo sirve para organizar peleas de perros, nos daremos a la tarea de pensar en otro formato; pero vienen los viajes, las comisiones, la lucha por el viático y el aumento, la imperiosa necesidad de arrastrarse frente al líder de su bancada, las merecidas vacaciones, entre esto y aquello se va el año y no hay manera de trabajar. Esto es lo que explica que ya esté a la vista septiembre de 2007 y estos inútiles no hayan hecho nada. En el cielo parlamentario de nuestro país vuelven a juntarse los nubarrones. Y luego Felipe diciendo que él va a ir encantado de la vida y que dialogará y que atenderá preguntas y respuestas y que no tiene la menor preocupación. Yo que él, no me pondría tan sabroso. Las petaconas ahí siguen más belicosas que nunca, el PRD ya anunció que le tiene a Felipe "varias sorpresas" para el día del Informe y Los Sopranos Beltrones y Gamboa dicen que la bronca no es de ellos, pero que Felipe tendría que cuidar más sus declaraciones.

Yo, por lo menos, ya estaría en plena confección de mi chaleco antimentadas y de mi guayabera antibalas. Ya faltan unos cuantos días. Ojalá y Felipe acabe teniendo la razón.

Almas Puras - Enrique Krauze

REFORMA | 15 de Julio de 2007

En las semanas recientes recibí dos críticas publicadas por dos conspicuos personajes de la izquierda: Andrés Manuel López Obrador y Arnaldo Córdova. Por economía de espacio y por la semejanza entre ambos textos, he creído conveniente responderles en un solo artículo.


En un lugar de su especioso libro, AMLO me llama "tenaz defensor de la derecha" y denuncia que a lo largo de la campaña estuve "dedicado por entero a atacarlo". Le agradezco su atención singularizada, pero temo que su acusación lo retrata, una vez más, de cuerpo entero: para AMLO no hay más ruta que la suya, los críticos son enemigos y los enemigos representan necesariamente el "pensamiento y los intereses de 'la derecha'".

AMLO no rebate la caracterización que hice de él como un Mesías tropical. "En realidad -apunta- no es que yo sea mesiánico, lo que pasa es que Krauze es simpatizante de la derecha y un intelectual orgánico del PAN". Lo curioso es que, para probar mi "organicidad" panista, señala que "promoví" la biografía de Luis Terrazas, empresario y latifundista chihuahuense que fue nada menos que tatarabuelo de... ¡Santiago Creel! Para AMLO, la genealogía certifica la pureza o impureza ideológica de las personas, pero con esos mismos criterios le tengo malas noticias: la esposa de Terrazas era nieta de don Carlos María de Bustamante, el gran cronista de la Independencia, colaborador cercano de Morelos. Creel resulta entonces descendiente directo de un prócer, lo cual -supongo- atenúa mi "culpa" como editor y arroja dudas sobre mi supuesta filiación panista.

El argumento es risible, el tema de la pureza no lo es. AMLO insiste en la necesidad de una "verdadera purificación" de la vida nacional. Su frase, lo mismo que la fórmula "rayo de esperanza", provienen de "La crisis de México", célebre ensayo de Daniel Cosío Villegas publicado en 1946. Aunque AMLO pretende cobijarse bajo la autoridad de aquel gran historiador, no lo logra. Cuando un intelectual liberal como Cosío Villegas usaba esas palabras, la implicación no era revolucionaria, ideológica o religiosa, sino reformista. Un demócrata asume de antemano la impureza de la vida y por eso cree en el imperio de las leyes. No es ése el sentido con que AMLO utiliza la palabra "pureza" y sus derivaciones: él es un líder para quien el mundo se divide entre "puros" e "impuros", con la particularidad específicamente mesiánica de que es él quien decreta la diferencia. Llevada al poder, esa idea de pureza encarnada es el germen natural del autoritarismo, el reverso de la tolerancia democrática.

Me habría gustado responder a Córdova en La Jornada, donde publicó su texto. Por desgracia es imposible. Desde hace años ese órgano omite por sistema -sin derecho de réplica- casi toda noticia o mención sobre mí que no sea denigratoria.

En respuesta a mi artículo "Octavio Paz y la izquierda" (Reforma, 6 de mayo de 2007), Córdova cree refutarme sosteniendo que -salvo una polémica con Carlos Monsiváis- fue Paz y no la izquierda quien se rehusó a debatir los grandes temas de la historia contemporánea. Me temo que Córdova no leyó a Paz. En su obra crítica abundan los textos explícitamente dirigidos a la izquierda, varios memorables como la "Carta a Adolfo Gilly", que dio pie a una discusión sustancial. A estas aperturas de Paz, los sectores más influyentes de la izquierda respondieron -con excepciones como la mencionada- quemando su efigie en el Paseo de la Reforma o ejerciendo contra él la descalificación, la calumnia y el ninguneo. "Cuando Paz -agrega Córdova- se convirtió en estrella de televisión con sus magníficos y muy ilustrativos programas jamás abrió las puertas a una polémica como él decía que quería con la izquierda". Aquí Córdova miente o sufre una extraña falla de la memoria. Al "Encuentro Vuelta", que organizamos en 1990 para debatir sobre la situación mundial después de la caída del Muro de Berlín, acudieron varios exponentes respetados de la izquierda mexicana, entre ellos Adolfo Sánchez Vázquez, Rolando Cordera, Carlos Monsiváis, y... ¡el propio Córdova! Sus intervenciones constan en los videos y libros del Encuentro.

Paz pedía a la izquierda -y yo lo he reiterado- una autocrítica honesta y clara con respecto a los regímenes antiguos y presentes del socialismo real. Córdova se deslinda cómodamente, en un párrafo de antología: "[Krauze] no tiene por qué seguir exigiéndonos a todos que nos arrepintamos de lo que hicieron los dictadores comunistas. Eso es estúpido. Yo qué carajos tengo que ver con el muro de Berlín o con los campos del Gulag". Es increíble que un intelectual -de cualquier filiación- escriba así, mucho menos si es de izquierda. No se trata de un problema de culpa sino de responsabilidad intelectual, porque la historia de esos regímenes que actuaban en nombre del socialismo provocó el sufrimiento y la muerte de decenas de millones de personas. ¿Dónde están los textos o las protestas de Córdova sobre esos regímenes? No es preciso haber pertenecido a la Stasi para admitir la necesidad de la autocrítica, y ahora menos que nunca, porque muchos de los esquemas ideológicos y actitudes autoritarias que sustentaron a esos regímenes siguen vivos en sectores de la izquierda latinoamericana y mexicana. La satanización del pensamiento liberal es uno de ellos, y el propio Córdova lo representa al decir que soy de "derecha" porque soy liberal.

Hay finalmente, en el texto de Córdova, un tono que entristece y desconcierta. ¿Por qué un profesor universitario de su rango pierde a ese grado la compostura, la más elemental civilidad? Esa intemperancia es uno de los legados más preocupantes que dejó el "estilo personal" de López Obrador. Proviene de una torcida noción de superioridad moral, de pureza, que es el rasgo más antidemocrático de un sector considerable de nuestra izquierda. Lo señalo, como diría López Obrador, "con el debido respeto".

REFORMA | 1 de Julio de 2007

Para José Gutiérrez Vivó.

Hacia 1921 se desvaneció el último partido con la palabra "liberal" en sus siglas: el Partido Liberal Constitucionalista. El PLC contaba con miembros en el gabinete y tenía mayoría en la Cámara. Quiso hacerla valer, pero el invicto general Álvaro Obregón no tenía tiempo para sutilezas parlamentarias. No sólo no contemporizó con ellos sino que toleró un asalto al Palacio Legislativo al grito de... "¡Viva la Revolución Rusa!" Fue el último adiós del Estado al liberalismo.


En los años veinte los partidos políticos crecieron como hongos: los había nacionales, estatales y locales. Sus siglas revelaban una similar búsqueda de legitimidad en las corrientes ideológicas o políticas de moda: todas colectivistas, ninguna liberal. Así se fundaron varios partidos influyentes, ligados siempre a figuras políticas de renombre, entre otros el "Nacional Agrarista", de Soto y Gama, ligado a Obregón; el "Laborista Mexicano", de Morones, ligado a Calles; el "Nacional Cooperativista", de Prieto Laurens, ligado a De la Huerta; el "Comunista", fundado por el hindú Manabendra Nath Roy; el "Socialista del Sureste", fundado por Carrillo Puerto; el "Nacional Antirreeleccionista", ligado al filósofo y educador José Vasconcelos. Todos desaparecieron tras el ocaso de sus creadores o patronos. Además, en términos ideológicos, sus nomenclaturas resultaron parciales. Había que encontrar una que reinara sobre todas, y Calles encontró la que, a la postre, triunfa- ría, en la guerra de las siglas: el Partido Nacional Revolucionario, luego transformado en el Partido de la Revolución Mexicana y finalmente en el Partido Revolucionario Institucional.

A partir de 1929 se crearon otros partidos, que tampoco reivindicaron en sus siglas la palabra liberal. Algunos casi de membrete, como el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana; otros ligados parcialmente a un líder carismático, como el Partido Popular Socialista de Lombardo Toledano, o el Partido Demócrata Mexicano, "el del gallito", vinculado al sinarquismo ultramontano de Salvador Abascal. El común denominador de ésos y otros partidos fue su falta de solidez institucional. La excepción a la regla fue, desde luego, el Partido Acción Nacional, creado desde un principio con pautas democráticas, y destinado, no a conquistar el poder, sino a la paciente "brega de eternidades".

Los partidos de cuño revolucionario mexicano consideraban que el movimiento armado y la Constitución de 1917 representaban un progreso sobre los principios liberales -supuestamente anacrónicos- de la Carta de 1857. Pero, para no desocupar por entero la plaza, sus ideólogos principales (el más destacado fue Jesús Reyes Heroles) construyeron una obra respetable que pretendió trazar una continuidad entre los liberales de 1857 y los constituyentes de 1917. La supuesta convergencia entre el orden liberal y el priista fue criticada por unas cuantas voces (notablemente, la de Cosío Villegas) que sabían que el sistema político mexicano contradecía los postulados más elementales de una democracia liberal.

Por su parte, los partidos de cuño revolucionario socialista o comunista (algunos ligados a Moscú, otros dispersos en infinitas sectas o extraviados en las ideologías revolucionarias) desecharon como un anatema la posible convergencia con la tradición liberal. Esa confluencia podía haberlos librado de la clandestinidad (a veces heroica), y haberles dado presencia nacional y votos.

Por su cercanía a la Iglesia Católica, el Partido Acción Nacional estaba impedido a reconocer expresamente el legado liberal. Todo lo liberal sonaba a jacobino. Las siglas del PAN, como se sabe, provienen de Action Française, el influyente partido de derecha fundado por Charles Maurras en Francia. Pero hay un dato que a menudo se olvida: el carácter liberal de la lucha universitaria de 1933, que está en el origen del PAN. Guiados por el rector Gómez Morín, quienes libraron esa lucha por la libertad de cátedra y de expresión, frente a un Estado que pretendía imponer la "educación socialista" (que Jorge Cuesta llamó la "nueva política clerical"), fueron católicos liberales como el propio Gómez Morín y Antonio Caso. No en balde fue Caso quien acuñó la frase "Parecían gigantes" para referirse a los liberales de la Reforma. En sus mejores momentos (su lucha parlamentaria en los cuarenta, la presidencia de Adolfo Christlieb Ibarrola, las elecciones de los ochenta) el PAN ha sido -en términos políticos- heredero del maderismo. Por desgracia, la otra cara del PAN, la clerical, dogmática e intolerante, no es menos poderosa. Y para colmo, la propensión panista a legislar sobre la vida privada sigue siendo un pesado lastre antiliberal.

¿Podrían los partidos redescubrir ese legado? El PRI podría reivindicarlo, con enormes esfuerzos de autocrítica y una decidida actitud modernizadora. Es improbable que lo haga. En cuanto al PAN, a juzgar por su dirigencia actual -antiliberal en casi todos sentidos- no puede ni quiere reconocerse en esa herencia. La gestación de un liberalismo católico no sería impensable (no lo fue en la época de la Reforma), pero requeriría un arrojo extraordinario y la posibilidad de tomar distancia de la Iglesia Católica, enemiga mortal del liberalismo desde el siglo XVIII. ¿Y el PRD? Mucho más que sus antecesores (el PSUM, el PMT; el PSD, etcétera), el PRD se ha acercado a asumir como propia la vida democrática, pero está muy lejos de entender, mucho menos de arrogarse, el legado liberal. Aunque es quien defiende con mayor denuedo la separación de la Iglesia y el Estado, las actitudes dogmáticas de sus dirigentes y sus órganos periodísticos revelan una intolerancia "clerical", a veces "inquisitorial". Y su plataforma -como vio hace años Gabriel Zaid- se parece menos a la de los liberales del siglo XIX que a la de sus acérrimos enemigos, los conservadores: Estado protector de la identidad nacional, las corporaciones (en aquel tiempo militares y eclesiásticas, en el nuestro sindicales, académicas, burocráticas), odio contra Estados Unidos, etcétera.

En México el liberalismo está vivo. En su versión moderada (lejos del viejo jacobinismo o de las doctrinas económicas de un rígido laissez faire), lo profesa y practica sin saberlo una buena parte de la población, que cree en la democracia, aprecia la libertad en todas sus manifestaciones, exige tolerancia e igualdad de derechos, sueña con un Estado de derecho y con un Estado eficiente, responsable, acotado y honesto. México es, en buena medida, liberal, pero el liberalismo mexicano no tiene representación en los partidos, que van a la zaga de la sociedad. Por fortuna, el liberalismo puede encontrar otras vías de participación ciudadana paralelas, aunque no contrarias, a los partidos. Tal vez ésa sea, entre nosotros, su mejor vocación.

REFORMA | 17 de Junio de 2007

En Estados Unidos, los conservadores detestan la palabra "liberal" al grado de decretarla impronunciable. Es "the L word". Como en lo religioso y lo político aquella sociedad nació "liberal", es decir, abierta y tolerante, el significado del término ha emigrado a zonas económicas, sociales y morales de la vida pública. "Liberal", en Estados Unidos, es quien favorece la intervención del Estado en asuntos de bienestar social, quien adopta posiciones de tolerancia en temas raciales o sexuales, quien se opone a las políticas fiscales que atizan la desigualdad. Porque en Estados Unidos el poder incontrastado pertenece a las grandes corporaciones, el liberalismo suele ser igualitario, pero aun en ese aspecto no es un cuerpo predeterminado de doctrina sino un conjunto plural de actitudes y puntos de vista que, de manera más o menos casuística, responde a los temas de interés general.

En la tradición europea, marcada durante siglos por opresiones de raíz teológica y política, la palabra "liberal" mantiene su significado clásico. En términos religiosos, liberal es la persona "sin prejuicios, de mentalidad abierta, en especial quien está libre de intolerancia fanática y de prejuicios irracionales a favor de opiniones tradicionales o de instituciones añejas, y se abre a ideas nuevas". En términos políticos, "liberal" es quien "favorece o respeta los derechos y libertades individuales... quien impulsa el libre comercio y las reformas políticas y sociales graduales, que tiendan a la libertad individual y la democracia" (The New Shorter Oxford Dictionary, 1993). En el paradigmático caso inglés, el liberalismo está ligado al partido Whig que combatió la excesiva autoridad real o aristocrática y defendió a la democracia y los cuerpos parlamentarios.

En España la palabra liberal no sólo es de antigua prosapia sino que allí encontró su uso como sustantivo. Originalmente, en la literatura del Siglo de Oro, se empleaba en el sentido del original latín, liberalis (desprendido). Según el Diccionario de Autoridades, el adjetivo liberal significa "generoso, bizarro, y que sin fin particular, ni tocar en el extremo de la prodigalidad, graciosamente da y socorre, no sólo a los menesterosos sino a los que no lo son tanto, haciéndoles todo bien". Así lo utiliza Cervantes en el Quijote: "No quiso aceptar ninguno de sus liberales ofrecimientos". Según el Diccionario de Corominas, el paso del adjetivo liberal a la esfera política ocurrió a fines del siglo XVIII a partir del pensamiento del Abate Sieyés y Benjamin Constant (muy leído en México). Pero fue en 1810, en el contexto de las guerras napoleónicas en España, cuando la palabra comenzó a aplicarse a un partido político cuyos miembros se denominaban "liberales" por oposición a los "serviles" (paralelamente también en España se acuñó otra palabra, de no menor importancia: "guerrilla"). A partir de la Constitución de Cádiz (1812) los liberales comenzarían su larga y sinuosa trayectoria en la historia española, luchando contra los carlistas y la Corona, y contra sí mismos, desgarrados en la vertiente moderada y la radical. A fin de cuentas, su legado fue sustantivo aunque desigual: contribuyeron a instaurar un orden más igualitario, una economía más abierta, un organismo judicial uniforme, abolieron los gremios y, ante todo, desamortizaron la propiedad de la Iglesia. Lamentablemente, no consiguieron modificar de fondo la cultura política española, ni arraigar las costumbres democráticas. Ya en pleno siglo XX, la guerra civil ahogó al liberalismo clásico en un encrespado mar de ismos intolerantes. Hace treinta años, tras la dictadura franquista, España pareció haber reencontrado el liberalismo, no como patrimonio ideológico de un partido sino como terreno común de democracia, legalidad, civilidad, y también de tolerancia entre dos fuerzas históricas, el PP y el PSOE. Hoy, por desgracia, la crispación entre ellas amenaza nuevamente con relegar al liberalismo al triste papel de espectador en la eterna lucha entre hermanos que plasmó Goya.

En México, el prestigio político de la palabra liberal duró un siglo: de 1812 a 1921, del nacimiento de la nación al triunfo de la Revolución. Liberales puros fueron Mora, Rejón, Gómez Farías, Ocampo, Ramírez, Prieto, Riva Palacio, Altamirano, Juárez, Vallarta, Zarco. Pero liberales fueron también los moderados Otero, José Fernando Ramírez, Mariano Riva Palacio, José María Lafragua, Ignacio Comonfort. Puros o moderados, el extraordinario legado de los liberales fue la Constitución de 1857, a la que México debe la separación entre la Iglesia y el Estado y el orden legal que, no sin dificultades, aún lo sostiene. El triunfo de la República en 1867 pudo y debió haber consolidado la unidad del grupo liberal (sin detrimento del conservador, canalizado en el parlamento), pero las rencillas internas y el advenimiento del dictador Porfirio Díaz lo impidieron. El liberalismo mexicano entró en un estado de confusión. Subrepticiamente, el México conservador (proclive al poder absoluto, receloso de los congresos y las libertades) se insinuaba en el cuerpo doctrinal liberal, al grado de que sus exponentes no tenían empacho en autodesignarse "liberales-conservadores".

En los primeros años del siglo XX, la palabra "liberal" presidió la fundación de cientos de clubes democráticos en toda la república. Era el emblema de la oposición a Díaz. Francisco I. Madero fue, en esencia, un liberal que buscaba la restauración del orden liberal consignado en la Constitución de 1857. Su victoria en 1911 fue fugaz. Su derrota repercutió a lo largo de todo el siglo XX. Su alternativa quedó abierta.

La Revolución mexicana fue "el primer ataque al bastión del liberalismo en el siglo XX" (Cosío Villegas). En sí mismos, los derechos sociales consignados en la Constitución de 1917 no representaban contradicción alguna con los derechos y garantías individuales de la carta de 1857. Pero el Estado que nació de la Revolución sí implicaba un conflicto directo con el ideal liberal. El activo papel tutelar que le asignaba la nueva ley, el poder que confería al Presidente sobre el Legislativo, la noción misma de la propiedad originaria de los bienes del suelo y subsuelo como perteneciente a la nación ("representada" a su vez por el Estado, "representado" a su vez por el Presidente) presagiaba el ocaso político de liberalismo mexicano.

Actualmente, en México padecemos una lamentable confusión sobre el sentido de las palabras "liberal" y "conservador". La comenzó el PRI, al autoidentificarse ilegítimamente con el legado liberal del siglo XIX, herencia que traicionaba en la práctica política. Pero ahora esa confusión continúa en muchos sectores de la izquierda que por un lado tachan a los liberales de conservadores, y por otro se invisten ostentosamente como herederos del liberalismo, cuando lo cierto es que (con excepción de algunos puntos de la agenda social) son, en lo político y económico, el vivo retrato de los conservadores del XIX.

La alternativa liberal no está representada en los partidos políticos de México y es minoritaria en los sectores intelectuales. Pero el liberalismo está vivo. Lo profesan, a veces sin saberlo, las mayorías silenciosas de México

REFORMA | 3 de Mayo de 2007

Ahora que, para regocijo de algunos intelectuales filotiránicos y de varios dirigentes totalitarios del PRD, Hugo Chávez ha suprimido el canal de televisión RCTV, es momento de valorar la libertad de expresión en México. No siempre fue tan sustantiva como lo es hoy, y podría dejar de serlo en el futuro. Fue una libertad que costó conquistar y que debe consolidarse, en un marco de responsabilidad y madurez.

Me tocó vivir de cerca la transición desde la trinchera de diversos medios: los periódicos y revistas, la radio y la televisión. La primera zona en liberarse fue la prensa. Tras el golpe al legendario Excélsior de Julio Scherer, en 1976, no siguió el silencio o la sumisión sino el nacimiento de al menos tres órganos independientes: la revista Proceso, el diario Unomásuno y la revista Vuelta. Indiferente al acoso oficial, Proceso solía documentar la tenebra nacional, semana tras semana, con valerosa y escalofriante precisión. La Jornada -heredera casi inmediata de la legitimidad inicial de Unomásuno- cumplía también una tenaz labor de crítica al "Ogro filantrópico". Al principio de los ochenta, Vuelta anticipó y articuló la necesidad de un cambio democrático, que en su momento recogieron otras revistas. En el interior de la República, otros audaces diarios y revistas trabajaban también, desde hacía tiempo, en el mismo sentido. A partir de 1994, con la aparición de Reforma, la democratización en los medios se aceleró. La letra impresa apuntalaba la transición gracias a una convergencia inédita entre posiciones liberales y de izquierda.

La radio había comenzado a despertar desde principios de los ochenta. El mérito histórico en este ámbito lo tuvo el programa Monitor con José Gutiérrez Vivó: organizó conversaciones, debates y mesas redondas, y arriesgó una cobertura independiente. Con el tiempo aparecieron competidores -algunos auténticos, otros oportunistas-, pero el público supo siempre (y sabe aún) el carácter precursor de ese programa. Sin embargo, incluso en ese espacio ejemplar había restricciones. En 1992 atestigüé la llamada de Gobernación que recibieron los dueños de Radio Red, a propósito del programa que íbamos a hacer sobre el candente tema de la reelección: "Don Fernando sugiere que ese tema no se toque". Y no se tocó. Con todo, la radio fue ganando un espacio sólido de credibilidad, fincado en una sencilla máxima: servir al público no al poder.

La televisión no servía al público, servía al poder. Su verdad era la verdad oficial. No había lugar para la oposición, el debate o el documental histórico y político. El cambio sobrevino a cuentagotas. En 1990, Mario Vargas Llosa denunció a "la dictadura perfecta" en el marco del "Encuentro Vuelta", convocado por Octavio Paz, y trasmitido por Televisa. Los hechos dramáticos de 1994 se abrieron paso en la pantalla. Pero no fue hasta 1998, que el cuadro se modificó radicalmente. Se trasmitió el primer programa de "México Nuevo Siglo", con escenas del 68 nunca antes vistas en televisión. El noticiero de López Dóriga dio inicio a "En opinión de...", espacio plural y abierto a todas las voces del espectro político. Los noticieros comenzaron a producir reportajes sobre temas que habían sido tabú. Algo similar ocurría en Televisión Azteca y en Canal Once. Aparecieron o se consolidaron programas serios de discusión: "Zona Abierta", "La Entrevista con Sarmiento", "Primer Plano". El mismísimo subcomandante "Marcos" salió en la pantalla del Canal 2. Conforme se aproximaron las elecciones del 2006, la televisión privada abrió sus espacios a la oposición, no sólo en los tiempos de cobertura sino en la filiación abierta de algunos de sus afamados comentaristas. Y Televisa produjo una serie que contribuyó a que el votante conociera de cerca a los candidatos: "Diálogos por México".

En 1953 Daniel Cosío Villegas escribió: "Tenemos una prensa libre que no sabe usar su libertad". Se refería a la utilización responsable de la libertad. La pregunta interesante para los medios hoy en día es: ¿han aprendido a usarla en ese sentido? Todos, sin excepción, han cometido, y cometen aún, graves distorsiones. Señalo unas cuantas. La prensa de "derecha" dedica secciones enteras a promover una lamentable frivolidad. La prensa "de izquierda" se ha vuelto cada vez más dogmática e inquisitorial. Muchos comunicadores confunden el micrófono con el púlpito, lanzan anatemas contra sus adversarios y editorializan sesgadamente las noticias.

Tal vez estos problemas sean naturales. Tras medio siglo de censura relativa, es mejor que se ejerza la libertad con exceso, y que el público la vaya acotando. Aunque es obvio que no basta el público. Se requiere mayor competencia. Sin embargo no basta la competencia, porque la nota roja tiene más rating que la nota seria y los competidores pueden optar por abatir la calidad en vez de elevarla. Por eso importa tanto la certeza legal e institucional que asegure el ejercicio continuado y responsable de la libertad. Ése debe ser el papel del órgano regulador, pero, ¿cómo configurarlo? ¿En manos del Ejecutivo o -como creo- de común acuerdo entre dos poderes? ¿Con una legislación y regulación orientadas discrecionalmente desde el Ejecutivo u otras -como creo también- esencialmente técnicas y autónomas, que impidan los caprichos de un eventual Hugo Chávez mexicano?

Hay democracias que terminan por ser antiliberales (Venezuela es una, Alemania en 1933 fue otra). Para consolidar la democracia en la libertad y la libertad en la democracia, se necesita un público alerta, libre competencia, certeza legal e institucional, pero incluso todo ello no basta. Se requiere -repito la idea de Karl Popper- algún código de autorregulación como el que adopta The New York Times, que sólo da a luz "All the News that's Fit to Print" ("todas las noticias que merecen publicarse"). Y tampoco eso basta, porque finalmente necesitamos crítica de los contenidos. Sólo la crítica objetiva y seria (no el odio ideológico disfrazado de crítica) puede lograr que nuestros medios -los actuales y los futuros- hagan mejor uso de su libertad. Esa misma libertad que los consabidos "abajofirmantes" disfrutan en México y desdeñan para Venezuela.

Publicado en Reforma, 20 de Mayo, 2007


La televisión no tiene la facultad de gobernar, legislar, juzgar, mandar batallones, pero tiene un poder acaso más preciado: la atención de millones de personas. Por eso, la pregunta interesante en nuestro tiempo es ¿cómo se puede o debe usar ese poder para beneficio de la sociedad? O, puesta en términos negativos, ¿cómo limitar ese poder para que no actúe en detrimento de ella? Los estados totalitarios tienen una respuesta sencilla: la estatización. Pero en los estados democráticos y liberales el problema, por fortuna, es más complejo.

Daniel Cosío Villegas creyó que el poder de la televisión podía usarse para fines de educación y cultura. Su Historia mínima de México fue, en el origen, un guión para televisión. Al final de su vida, apareció en varios programas comentando el escenario internacional. Octavio Paz creyó también en la posibilidad de orientar el poder de la televisión hacia la cultura: solía hacer un comentario en el noticiero 24 Horas de Jacobo Zabludovsky, y creó varios proyectos de alta calidad intelectual que tuvieron, además, un rating respetable: la serie "Encuentros", "México en la obra de Octavio Paz", el "Encuentro Vuelta: La experiencia de la libertad". Luego de su muerte, muchos de quienes lo criticaban por aparecer en la televisión hicieron lo mismo que él. Por mi parte, nunca he dudado de que la televisión puede ser un espléndido vehículo de difusión histórica, como demostraron en su momento las telenovelas de Ernesto Alonso y Fausto Zerón Medina. La serie "México Nuevo Siglo", que desde 1998 hasta hoy se ha trasmitido por Canal 2, es -quiero pensar- otro ejemplo de que la televisión puede usarse con fines culturales.

Se dice que la vocación de la televisión es entretener. Puesto así el asunto parece sencillo, pero el problema reside en los contenidos. Los más violentos, degradantes, transgresivos o vacuos pueden ser "entretenidos", pero hacen un enorme daño a la sociedad. Por eso, nada menos que Karl Popper -el filósofo liberal más influyente del siglo XX- sostenía que, por la naturaleza de su "producto", la televisión requería de una reglamentación. Sería deseable -agregaba- que los medios electrónicos adoptaran públicamente un código autoimpuesto de ética, y crearan un instituto que emitiera licencias revocables en caso de violación (Karl Popper: La televisión es mala maestra, Fondo de Cultura Económica). En el mismo sentido, también sería muy sano que la televisión privada mexicana tomara la iniciativa de abrir un debate crítico y autocrítico sobre todos sus contenidos, y explorara seriamente la manera de mejorarlos incorporando una nueva y verdadera creatividad.

En términos de responsabilidad cívica, sigo sosteniendo lo que escribí en "Para salir de Babel" (mayo de 2004): "la televisión no ha estado a la altura de los tiempos... ha relegado uno de sus deberes fundamentales, sobre todo en un país atrasado y pobre como México: el deber de educar y formar opinión. La televisión podría ser un foro espléndido para que los actores de la vida pública y los ciudadanos en general (estudiantes, académicos, empresarios, militares, religiosos, obreros, campesinos) debatan (no sólo conversen) sobre los temas urgentes de nuestra agenda pública". En México, los debates pueden ser una gran escuela de tolerancia y civilidad.

Lo cual me lleva a la zona más delicada del poder de la televisión: su relación con el poder político. Durante los viejos tiempos del PRI, la televisión no servía al público: servía al Poder Ejecutivo. En el sexenio de Zedillo, la situación comenzó a cambiar en un sentido de pluralidad democrática que se afianzó a partir del año 2000. Sólo la mezquindad puede negar que, desde entonces, la televisión privada mexicana (y sí, Televisa en particular) abrió sus espacios informativos y de opinión a la oposición, en particular a la oposición de izquierda (Un botón de muestra: en la elección presidencial en el 2006, el número de menciones en radio y televisión de la Coalición por el Bien de Todos fue de 51,318; el PAN tuvo 39,243 y el PRI 43,467). Este proceso positivo de apertura se vio manchado -también es cierto- por hechos que significaban una contradictoria vuelta al pasado, como la cercanía con Los Pinos.

Pero más allá del desempeño de las televisoras en la transición democrática de México, es obvio que su lugar público no puede depender de su propia discrecionalidad: debe legislarse, y en efecto se ha legislado, una ley cuya constitucionalidad (objeto de la acción en esta materia) debate ahora mismo la Suprema Corte de Justicia. En nuestra transición democrática, el Poder Judicial ha debido ser el fiel de la balanza entre el Ejecutivo y el Legislativo, y ahora -si no hay imprevistos- debe pronunciarse en torno a la ley que engloba la radio, la televisión y las telecomunicaciones. Tratándose de un asunto tan importante, es encomiable que la ponencia de 546 páginas del ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano esté disponible en Internet, y que la Corte se haya mostrado abierta para que el público y las instituciones opinen sobre el tema. Un viejo axioma reza: "la Constitución dice lo que la Corte dice que la Constitución dice". Así es y así debe seguir siendo.

La complejidad técnica y jurídica de la ley rebasa, por supuesto, mi reducida área de conocimiento. Creo en la libre competencia y espero que la sentencia de la Corte la fortalezca. No creo que las futuras licitaciones deban darse sólo con criterios económicos, sino con ponderaciones a la oferta cualitativa de los posibles concesionarios. Creo también en la necesidad de alentar tanto a los medios culturales independientes como a los comunitarios e indígenas, y espero que la Corte -como apunta la ponencia- declare inconstitucional esa omisión, y que el Legislativo la subsane.

Por otro lado, pienso que, al menos en un sentido, la Ley vigente significa un avance sobre la anterior: resta al Presidente de la República la completa discrecionalidad en el dominio de las concesiones. Tal como está ahora, el Artículo 9-C establece que los comisionados de la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) serán nombrados por el Presidente de la República, pasando por la "no objeción" del Senado, pero en el proyecto del ministro Aguirre Anguiano, el Artículo se considera inconstitucional porque "implica una invasión a las facultades del Presidente". Se aduce que el Artículo 76 de la Constitución no otorga al Senado facultades para intervenir en el área de la Administración Pública Centralizada, cuyo dominio corresponde sólo al Presidente y a cuya esfera pertenece la Cofetel. Independientemente de la sentencia inatacable que emita la Corte, creo que en el futuro sería sano que la Cofetel adquiriera autonomía respecto del Ejecutivo, haciendo intervenir a la representación nacional (es decir, al Senado) en el sentido de la "no objeción". Para ello, quizá bastaría que se legislara para la Cofetel un régimen de organismo descentralizado. La madurez democrática y republicana de México depende de la división y equilibrio de poderes, de todos los poderes

Dieciocho años: Paradojas

REFORMA | 10 de mayo de 2007

El PRD es hoy la principal expresión de la izquierda mexicana, un partido exitoso, parte medular de la representación política, un poder real y actuante. Pero vive cruzado por distintas paradojas.

1) El PRD fue la desembocadura organizativa del potente movimiento electoral encabezado por el ingeniero Cárdenas. El Frente Democrático Nacional, integrado formalmente por cuatro partidos con registro, pero con el aporte sustantivo de la Corriente Democrática, al que se unió un buen número de organizaciones políticas y sociales, encontró en la formación de un partido la mejor forma de dar continuidad a la fuerza desatada por los comicios de 1988. Si se deseaba multiplicar la presencia política de la izquierda, revertir su atomización, incrementar su influencia, garantizar su permanencia y un día encabezar el gobierno de la República, nada mejor que la construcción de un partido. Y todos los objetivos enunciados -salvo el último- se han logrado. Primera paradoja: esa asignatura pendiente nubla la evaluación de todo lo demás.

2) El PRD fue conformado de manera natural por las corrientes que lo fundaron. Ex militantes del PRI junto con la más amplia gama de posiciones de izquierda. Al inicio resultaba normal que aquellos que tenían una trayectoria, un ideario, unos signos de identidad comunes siguieran trabajando en el nuevo partido como una red o una corriente. La confianza construida con anterioridad y hasta las relaciones amistosas tendían a reproducir en el nuevo partido los alineamientos previos. No podía ser de otra manera. La historia modela querencias y reflejos. Por supuesto, luego de 18 años las corrientes no son ni podían ser las mismas. Se han producido realineamientos, fusiones y confusiones. Pero el modus operandi sigue siendo similar. Segunda paradoja: la riqueza del partido -una diversidad de tradiciones y corrientes- al mismo tiempo es fuente de problemas y conflictos circulares.

3) Dos liderazgos carismáticos y sucesivos han cohesionado al PRD y lo han proyectado como una fuerza central en la arena política. Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador le han proporcionado a esa formación un extra que le ha permitido entrar en contacto y ganar la adhesión de franjas de ciudadanos que de otra manera no hubiesen volteado a ver siquiera al PRD. Tercera paradoja: no obstante, esos liderazgos han hecho patente que entre la dirección real y la formal existe un fuerte desfase, y ello deja su huella en la vida de la organización, sujeta a los proyectos, prioridades y necesidades de los liderazgos.

4) El PRD es una maquinaria poderosa, pero su organización es -reconocido por sus propios militantes- precaria, informal, deficiente. Sin un auténtico padrón de sus afiliados y sin núcleos de base con trabajo regular, su vida interna es, para decirlo de manera suave, intermitente. Sin ese cimiento sólido, la fórmula de asambleas sucesivas -distritales, estatales, nacionales- como mecanismo de encuentro, discusión y negociación, se ve erosionada. Así, sin tener resuelto lo elemental, el PRD se ha permitido varias fugas hacia delante, como la de llamar a cualquier ciudadano con credencial para votar a participar en la elección de candidatos a los cargos de representación o la realización de encuestas para alcanzar los mismos fines. Correr antes que caminar. Cuarta paradoja: esas supuestas medidas democráticas lo único que hacen es incrementar los grados de desorganización interna.

5) El PRD tiene una rica vida interna. Como todo partido moderno se encuentra marcado por una cierta tendencia endogámica. Sus militantes (o por lo menos sus dirigentes) viven en un mundo propio cargado de sentido, escaramuzas, debates, grillas, alianzas, porque así es la vida en cualquier organización compleja. Se trata de un espacio absorbente, difícil, y en ocasiones apasionante. Sin embargo, mantiene escasos puentes de comunicación con el "exterior". En particular, los lazos con el mundo de la cultura y la ciencia son precarios, lánguidos, instrumentales. Quinta paradoja: lo que debería ser un proyecto político cultural se adelgaza hasta convertirse en meramente político.

6) El PRD ha sido motor fundamental y usufructuario del monumental cambio político que ha vivido el país. Sin sus esfuerzos, movilizaciones, reclamos, no hubiese sido posible la transición democrática, la edificación de un sistema de partidos equilibrado con elecciones competitivas y con un mundo de la representación política invadido por la pluralidad y cargado de innumerables pesos y contrapesos. Y al mismo tiempo el PRD ha sido beneficiario del cambio. Gobierna seis entidades, es la segunda fuerza en la Cámara de Diputados y la tercera en el Senado, encabeza decenas de municipios, está presente en todos los congresos locales y sus síndicos y regidores suman cientos. Sexta paradoja: el PRD es un partido de gobierno que se comporta como si fuera sólo de oposición.

7) En el PRD se sabe que a través de la "vía electoral" puede llegar al gobierno federal, tal y como lo ha conseguido en diferentes estados y municipios. Saben también -espero- que lo electoral es sólo la punta del iceberg de una construcción civilizatoria que permite la expresión, la convivencia y la competencia de la pluralidad. Entienden que la democracia es un sistema de gobierno que no sólo permite la reproducción de la diversidad política sino que intenta preservarla. Séptima paradoja: y sin embargo, con una consistencia digna de mejores causas, en su discurso la lucha política aparece como una confrontación entre San Jorge y el dragón.

8) El futuro del PRD está ligado al asentamiento de la democracia. Octava Paradoja: y sin embargo.

REFORMA

Hace 25 años (casi), el 19 de junio de 1982, el Zócalo de la Ciudad de México se vio inundado por una multitud que apoyaba la candidatura a la Presidencia de la República de Arnoldo Martínez Verdugo, postulado por el Partido Socialista Unificado de México. Aquel día, por primera vez luego de 14 años, una manifestación independiente ocupaba ese espacio. Desde las masivas concentraciones de 1968 el Zócalo se había convertido en tabú, en zona prohibida para la oposición y desde el gobierno se impedía por todos los medios que voces disidentes se expresaran ahí. Era un área que sólo podía ser explotada por el oficialismo. No obstante, aquel día, miles y miles de hombres y mujeres caminando desde un costado del Monumento a la Revolución llegaron a la plaza con sus banderas rojas. Y entre consignas y gritos ejercieron sus derechos e hicieron suya y ayudaron a construir esa noción evanescente que denominamos libertad.


Hace un cuarto de siglo, el PSUM realizó su primera y única campaña presidencial. La novedad: lo hacía amparado en la ley. En 1976, el Partido Comunista había postulado como candidato a la Presidencia a Valentín Campa para hacerse presente a la luz del día y como fórmula para denunciar su exclusión arbitraria del marco electoral. La reforma política del año siguiente (1977) no puede explicarse sin aquel reclamo y sin la enorme conflictividad que cruzaba al país y que no encontraba puentes de comunicación con el espacio institucional. Las elecciones intermedias de 1979 habían sido la primera prueba de la reforma y en 1982 contendían siete candidatos a la Presidencia, luego de que en 1976 oficialmente sólo había una opción, la de José López Portillo apoyado por el PRI, el PPS y el PARM. Ahora, los partidos eran considerados por la Constitución "entidades de interés público" y podían ejercer una serie de derechos y prerrogativas y eso era lo que hacía, sin duda, el PSUM.

Hace 25 años, el PSUM representaba el primer intento de unificar a la izquierda mexicana. Hasta ese momento profundamente dividida y sin peso sustantivo en las elecciones, se trataba de revertir esa situación y proyectarla como una fuerza alternativa. El 6 de noviembre de 1981 se habían fusionado en la nueva organización, los partidos Comunista Mexicano, del Pueblo Mexicano (PPM), Socialista Revolucionario (PSR) y los movimientos de Acción Popular (MAP) y de Acción y Unidad Socialista (MAUS). Trayectorias, idearios, formas de acción distintas se conjugaban para intentar multiplicar el peso de la izquierda. Visto en retrospectiva, se trató de un primer eslabón que en los años siguientes se reforzaría con nuevos y más abarcadores procesos de fusión entre partidos, agrupaciones, corrientes e individuos.

Hace 25 años, cuando la mitad de los mexicanos que hoy están vivos aún no nacían, los candidatos del PSUM hicieron campaña a lo largo y ancho del país. Explotando las nuevas condiciones políticas y legales desplegaron sus iniciativas para entrar en contacto con miles y miles de ciudadanos. Arnoldo Martínez Verdugo y su caravana recorrieron el país en 185 días. Arrancó el 4 de diciembre de 1981 en la Plaza de Santo Domingo en el Distrito Federal y de ahí a Alcozauca, Guerrero (en la montaña), pequeño municipio enclavado en el fondo de una cañada, y que había sido el primero "conquistado" por el PCM... y ni un solo día fue de reposo. La izquierda entonces aparece en periódicos y revistas y de manera marginal en la radio y la televisión. Se empieza a convertir -como diría Mitterrand- en parte del paisaje. "El candidato del PSUM recorrió más de 38 mil kilómetros para visitar 202 municipios y poblados en los que encabezó 311 actos públicos, entre ellos 167 mítines, 65 comidas populares; y asistir a 10 penales para hablar con prisioneros políticos. Además, encuentros, marchas, foros y ofrendas florales. En total cerca de 305 mil 790 personas acudieron a tales concentraciones. Nunca, como entonces, una campaña proselitista de izquierda tuvo contacto personal con semejante cantidad de mexicanos", escribieron los entonces reporteros Rogelio Hernández y Roberto Rock en su vibrante crónica de la campaña titulada precisamente Zócalo Rojo (Océano, 1982, p. 21).

Hace 25 años, la campaña del PSUM intentó poner en el centro del debate público los diagnósticos y las propuestas, hacer de la confrontación político-electoral un escenario cargado de ideas, análisis, iniciativas. Así lo escribió entonces Rolando Cordera: "se requería... convertir a la campaña en una suerte de foro omnipresente en el cual el Partido frente a la sociedad, el Estado y la Nación, ubicara o descubriera los nudos estratégicos de la problemática mexicana, explorara y arriesgara soluciones, especulara y proyectara vías de acción, coaliciones posibles y aparentemente imposibles, y vislumbrara, con el máximo de libertad, nuevas plataformas de desarrollo social y político... lo anterior pretendía establecer como eje de la acción política del socialismo mexicano la noción de proyecto nacional alternativo" (en Zócalo Rojo, Op. cit., p. 11-12). Se discutía sobre las posibilidades de "una nueva sociedad rural" y la defensa de los recursos naturales, sobre el diálogo entre cristianos y marxistas y la situación de los indígenas, sobre los contenidos de una nueva reforma política y la necesaria libertad y democracia en los sindicatos, la emancipación de la mujer, los problemas de la educación y "el socialismo al que aspiramos" (A. Martínez Verdugo, El proyecto socialista, editorial del Comité Central, 1983, 323 págs).

Hace un cuarto de siglo, en la elección presidencial, el PSUM y Arnoldo Martínez Verdugo obtuvieron 821 mil 995 votos, el 3.48 por ciento


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REFORMA | 6 de Mayo de 2007

Sólo a Roger Bartra, esa ave rara en la izquierda mexicana, podía habérsele ocurrido convocar a un seminario para analizar el futuro de la izquierda y la democracia, visto no como un binomio armónico y natural sino como una relación difícil y, a menudo, contradictoria. El seminario tuvo lugar, a lo largo de varias semanas, en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. No es la primera vez que Bartra -sociólogo, antropólogo y ensayista, antiguo miembro del Partido Comunista y alguna vez director de El Machete- adopta posturas de sana y desconcertante heterodoxia. Un caso memorable en ese sentido fue su invitación a Octavio Paz para debatir sus ideas liberales con Luis Villoro, Carlos Monsiváis y el propio Bartra, en un acto que tuvo lugar en 1980, en el propio instituto (dominado entonces por el dogma marxista). Casi tres décadas después, el pasado 30 de abril, Bartra me invitó a cerrar el ciclo. Mi tema fue el "Desencuentro entre el liberalismo y la izquierda".

Para abordarlo, en lugar de un acercamiento teórico preferí un enfoque biográfico e hice referencia al desencuentro entre Octavio Paz y la izquierda. Cuando lo conocí (en 1976) Paz llevaba años de querer entablar un debate respetuoso, serio y profundo con la izquierda, o con las izquierdas, sobre los grandes temas: la URSS, China, Cuba, la herencia del socialismo, el sentido de la libertad, el papel del Estado, la idea de Revolución, etc... La posibilidad de ese diálogo fue, estoy seguro, una de sus obsesiones, de allí que la invitación de Bartra lo entusiasmara tanto. Pero esa golondrina no hizo verano. Tras aquel encuentro volvió el ninguneo, el insulto, la descalificación. No obstante, Paz siguió porfiando. La raíz de su insistencia era clara: como si se hablara a sí mismo -al joven que había sido en los años treinta- quería persuadir a los militantes sobre las equivocaciones conceptuales, las vastas lagunas de información y las graves complicidades morales en que incurrían. Con ese propósito, en 1990 concibió (junto con sus colaboradores) el "Encuentro Vuelta: La experiencia de la libertad". El resultado fue alentador en términos de público y lamentable como puente de comunicación. Un sector importante de la izquierda declaró que los participantes formábamos parte de la "internacional fascista".

Recuerdo la indignación de esos autores (Cornelius Castoriadis, Ferenc Fehér, Agnes Heller, Ivan Klíma, Leszek Kolakowski, Norman Manea, Adam Michnik, Czeslaw Milosz, Tatyana Tolstaya, Hugh Trevor-Roper, Daniel Bell e Irving Howe, entre otros) al enterarse de los ataques. Vale la pena transcribir una parte de su respuesta pública:

"En la jerga estalinista, heredada por varias sectas de izquierda, todo el que luchó contra la esclavitud, la tortura, la censura y la tiranía, es automáticamente fascista. O sea: un fascista es aquel que luchó contra esos horrores en todas partes, en lugar de distinguir entre tortura de derecha y tortura de izquierda o entre esclavitud progresista o esclavitud reaccionaria. En esta lógica, a personas que fueron víctimas tanto del nazismo como del comunismo -éste es, precisamente, el caso de muchos de los participantes en el Encuentro Vuelta- se les ha llamado una y otra vez fascistas. Para todos esos estalinistas, maoístas, castristas, que lamentan con histeria el derrumbe de las tiranías comunistas, fascistas equivale aproximadamente a liberal. Según ese criterio; Koestler, Silone y muchos otros defensores de las libertades cívicas y de los derechos humanos fueron fascistas. De todo esto se desprende que los participantes en el Encuentro Vuelta no estamos en mala compañía. Denunciamos ante la opinión pública mexicana ese mal disimulado residuo de la mentalidad y de la actitud estalinista, en gente que no ha aprendido nada...".

Al final de su vida, a pesar de la caída del Muro de Berlín y la adopción casi universal de los valores democráticos que había predicado, Paz -me consta- se sentía desencantado. La izquierda nunca respondió a su llamado: algunos lo vejaron (recuérdese el episodio de la quema de su retrato frente a la embajada estadounidense, en 1984, cuando se atrevió a pedir elecciones abiertas en Nicaragua), otros lo admiraron de manera vergonzante (en secreto, de lejos), pero muy pocos quisieron en verdad dialogar con él. Lo cierto es que Paz ganó muchas batallas (la del público lector, y la más amplia de la libertad y la democracia), pero la batalla más importante para él en términos biográficos, esa batalla la perdió. Sus sordos y ciegos malquerientes la perdieron también.

A casi diez años de la muerte de Paz, el panorama no es halagador. El fugaz acercamiento de la izquierda (partidaria, académica, intelectual y periodística) a las posiciones liberales ocurrió durante la fase final de la lucha contra el autoritarismo del PRI. Después sobrevino el neozapatismo -nuevo despertar del desvarío revolucionario- y, apenas el año pasado, la idolatría del caudillo. Con todo, estoy convencido de que México necesita con urgencia una izquierda moderna y la razón es clara: sólo desde una legitimidad de izquierda el país puede reformar de fondo, y de manera definitiva, su estructura política y económica. Si la izquierda se reforma el país se reforma. Si la izquierda se moderniza el país se moderniza. ¿Es impensable un reencuentro de la izquierda con la tradición liberal?

Al abrir su exposición, Bartra mencionó que, semanas atrás, Paco Ignacio Taibo II se había referido a Octavio Paz como "un gángster" a quien "odiaba". Por lo visto, Taibo "no ha aprendido nada". Si ésas son las actitudes que prevalecen en la izquierda frente a los exponentes del pensamiento liberal, no hay esperanza. Pero en los rostros y las preguntas de los jóvenes que participaron en el Seminario entreví una actitud opuesta: atención, seriedad, civilidad, curiosidad, tolerancia, pluralidad, interés genuino por escuchar las opiniones ajenas y por buscar la verdad. Ellos sí han aprendido. En ellos está la esperanza.


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