MARAVILLOSO ARTÍCULO. Totalmente recomendable.

Los invito a que bajen el archivo PDF del original publicado en Letras Libres del mes de Septiembre del 2006, que está en la sección "Downloads" de este blog. Es un artículo tan valioso, que bien vale la pena tenerlo en su computadora.




SEPTIEMBRE DE 2006
Erotismo, sexualidad e intelectuales
por Luis González de Alba


Como antes lo hiciera con “Marcos”, un segmento amplio de la inteligencia apoyó a López Obrador. González de Alba estudia el caso paradigmático de Elena Poniatowska y su aceptación acrítica de la violencia revolucionaria, incapaz aún hoy de extraer las lecciones de la caída del Muro de Berlín.


En el convite para la refundación del PRI, a cargo de López Obrador, gran número de intelectuales mexicanos desfilaron tras la bastonera Poniatowska y el tamborilero Monsiváis. ¿Cómo pudo tal patinazo ocurrir? Intentemos desbrozar el enigma. Los intelectuales, en cualquier país, significan por su obra, no por sus opiniones políticas. Pero siempre se las están pidiendo. Y ellos las dan con fruición. Ya a nadie importa si Ezra Pound hizo propaganda fascista desde la radio de Roma. Eso no está en sus poemas. Como sí están los cantos a Stalin en la obra de Neruda. Prescindibles, pero están. Y está en la obra de Octavio Paz su combate al estalinismo cuando por eso se podía perder la vida, y su frío análisis del México gobernado por un ogro filantrópico. Otros supieron acomodarse a la filantropía del ogro. Pero no es temor ante el poderoso lo que hemos visto en los intelectuales mexicanos en estos cinco años de campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador, ni en el delirio de poscampaña. Lo que hay es embeleso por el caudillo y mesías. Algunos presentan la ceguera que sólo cae sobre los enamorados ante el erotismo del amado y sus feromonas sexuales. No se puede entender de otra manera que hombres y mujeres inteligentes aclamen en 2006 lo que combatieron en tiempos del PRI. No los han avergonzado ni las citas a Stalin. Justificables en boca de un compositor ruso en 1935, pero inconcebibles cuando el obradorismo busca en ese tirano genocida un ejemplo democrático para probar que las elecciones en el México del 2006, a cargo de un millón de ciudadanos y vigiladas por otro millón de representantes partidarios y observadores de sesenta países, no fueron limpias. Hay quien es poeta y campesino, o novelista y militante político, con o sin partido. Pero nuestros medios acostumbran interrogar a intelectuales sobre los últimos acontecimientos de la vida pública, con independencia de si tienen alguna militancia política. Responden, casi siempre, con esquemas. Y los esquemas tienen éxito porque son fáciles de recordar y de repetir: No al pinche fraude ha tenido difusión aunque nadie haya podido explicar cómo se cometió, pequeño, grande, generalizado o pinche. No es tampoco necesario explicarlo: es un acto de fe, es la otra moneda de un dogma similar: ganamos. Preguntar, pedir datos, números, es pasar al bando de los herejes. Es pedir los huesos de Juan Diego. Por esto, no es de extrañar que la masa en un mitin vitoree una ocurrencia graciosa. En cambio, sí lo es que gente de reflexión haga lo mismo.

Ideas y ocurrencias
En una famosa polémica, Octavio Paz señaló que Carlos Monsiváis “no es un hombre de ideas sino de ocurrencias”. Pues sí, pero de ahí su éxito, conclusión que no derivó Paz. Se cita más frecuentemente la ocurrencia. La inmensa mayoría de los lectores la recuerda, los caricaturistas la plasman con facilidad porque nacieron caricatura, aunque el contenido sea escaso. “El intelectual florero”, tituló Jesús Silva-Herzog Márquez un polémico ensayo. En resumen, y citándolo de memoria, señala que en todo simposio, sea de astronomía o apreciación musical, sienta bien un bello adorno floral en el escenario y la participación de algún intelectual famoso, no porque conozca del tema, sino porque su nombre adorna el programa y llena el auditorio: es el intelectual florero, podría no estar, pero mejor si está. Cómo se han ganado los intelectuales mexicanos ese derecho a guiar la opinión política es un misterio, pues nuestros grandes nombres son más bien contraejemplos:

Martín Luis Guzmán: la apología del priismo más cerrado y obtuso. José Vasconcelos: la del nazifascismo en prólogo inicuo a un volumen de propaganda hitleriana. León Felipe: “A este Presidente hay que quererlo”... dijo de Gustavo Díaz Ordaz, porque lo recibió en Palacio y le dio unas palmaditas durante la crisis de distanciamiento con los intelectuales, en 1968. Salvador Novo: “Es la mejor noticia que he recibido en el día”... la entrada del Ejército a la Ciudad Universitaria. Fuentes-Benítez: “Echeverría o el fascismo.” Las astucia política de Echeverría le hizo ver que el presidente Díaz Ordaz había quedado derrotado ante la historia al perder el apoyo de quienes la escriben: los intelectuales. Y su mayor esfuerzo lo encaminó a recuperar, para la Presidencia de la República, a las mentes pensantes. No por lo que pensaran, que podía tenerlo sin cuidado, sino por lo que escriben y publican. Así consiguió desde aquel célebre “Echeverría o el fascismo”, cuya paternidad quedó entre Carlos Fuentes y Fernando Benítez, hasta un artículo de María Luisa La China Mendoza, titulado “Mi novio Echeverría”.

A la distancia, me dice más el artículo de La China, sobre el atractivo físico del Presidente, que la expresión de Fuentes y/o Benítez: estoy convencido de que el atractivo del caudillo procede, en buena medida, de fuentes sexuales. Quien lo dude, no tiene que leer a Wilhelm Reich, le bastará con recordar los primeros años de Marcos y el EZLN. Nada, salvo su atractivo físico, explica aquella rendida entrega de la inteligencia nacional ante la resurrección de la tesis guerrillera, empeorada por los cambios mundiales: la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética con sus satélites. Marcos lo sabía y lo explotaba con referencias a “las armas que Dios me dio”, “la leche que me sobra” y otras dignas de páginas para buscar parejas sexuales y afectivas. Un novio, Marcos, cuyo vacío la intelectualidad no percibió, embargada por la renovación de la utopía revolucionaria, que parecía perdida. Hoy Marcos pasó de moda. Ya no es in llevarle libros.

La doble moral
Una y otra vez, los intelectuales dan muestra de doble moral, doble rasero, y siguen tan campantes para la siguiente ocasión. Exigen a Israel salir del Líbano, pero no condenaron “que durante 2003, Israel sufrió más de mil bajas civiles a manos de terroristas palestinos”, señaló el Embajador de Israel. “Nunca pidieron el cese de la matanza de israelíes. La pregunta es: ¿Dónde estaban los firmantes? ¿No cuenta para ellos la sangre israelí?” La pregunta del Embajador se puede repetir una y otra vez: ¿dónde estaban cuando...? Cuando el gobierno del DF empleó todos sus medios para crear la imagen nacional de López Obrador: entrega de obra pública sin licitación a empresarios que, por supuesto, luego participaron en la campaña de la esperanza; terrenos regalados a la Iglesia Católica, a los ricos de Santa Fe, fondos públicos a raudales para los medios afines. Todo se metió al fuego de la gran caldera que impulsaba la campaña del jefe de gobierno del DF: burócratas, ambulantes, ancianos con cupón, taxistas piratas tolerados. Dónde estaban nuestros intelectuales cuando todos los diputados del PRD aprobaron la llamada “Ley Televisa” –sin leerla, según admitió Pablo Gómez. Dónde estaban cuando el PRD hizo avanzar esa ley, votó en contra cuando ya era imparable, y cobró por sus servicios en tiempos a precio de regalo y entrevistas a modo. Dónde estaban nuestros intelectuales cuando Marcos respondió que había lanzado a combatir indios con rifles de madera “porque debían recuperar las armas auténticas de los caídos”. Hicieron peregrinación a Chiapas, tropezándose en las barrancas, lastrados por la carga de sus libros, sus hijos que llevaban a ofrendar a los lugares sagrados del EZLN. Es que la utopía de una definitiva Revolución, matriz de un mundo nuevo, no se ha marchitado en los corazones de quienes ni siquiera han elevado una condena definitiva contra la feroz dictadura de Fidel Castro. Al fin parece recuperarse de su breve exilio una dama venerada: la lucha de clases. Y con ella, el desprecio por la legalidad “burguesa”. Una impunidad de clase cubre al intelectual. Ellos lo saben y emplean a fondo esa patente de corso. A ver quién se atreve a detenerlos, así le iría.

El fuero de los intelectuales
El ejemplo más reciente y franco de esta provocación que se sabe impune, con fuero, ha sido el cierre de las oficinas centrales de Banamex encabezado por Elena Poniatowska. Si una persona está obstruyendo el acceso, la sacan; si resiste, llaman a la policía. Pero surge la primera duda cuando se trata de un grupo de estudiantes: “¿Nos acusarán de represión si los sacamos?” “¿Nos recordarán el 68?” Y la duda concluye si a la cabeza de los manifestantes se encuentra la imagen misma de la corrección política: mujer, dama, anciana (como la calificó allí mismo Jesusa Rodríguez: “¿Ya no creemos en nuestro Consejo de Ancianos?”), cargada de honores, bien vestida y con su collar de perlas. A ver quién es el guapo que se atreve a jalarla a una patrulla por los varios delitos implicados cuando se impide el acceso a un banco. Elena lo sabe. No lo habría hecho en París, porque se le habría aplicado la ley; lo hace en México, confiada en que el PAN ha dado infinitas muestras de torpeza, tontería e ignorancia, y que, por lo mismo, le será fácil transformar su justa detención y presentarla como otra muestra de salvajismo panista.

Cuando se trata de nuestras grandes figuras, todo se disuelve en risas. Hasta el delito. Pero, ¿y el banco afectado? ¿Y los clientes cuyo tránsito fue impedido? Se lo merecen porque son riquillos. Lo dijo con todas sus letras Elena: el acto se hacía “sin molestar a la gente, sólo a los de arriba”. Que no son gente, son riquillos. Pues mi sirvienta tiene su cuenta de ahorros en Banamex.

Para entender el entusiasmo de muchos intelectuales, actores y gente de las izquierdas por un típico representante del paleopriismo echeverrista, como es Andrés Manuel López Obrador, con todo y sus corporaciones aliadas, así como las sonrisas de quienes cometieron su travesura en Banamex, resulta paradigmático el último capítulo de Fuerte es el silencio, libro de Elena Poniatowska donde el atractivo sexual de un caudillo, luego guerrillero, el Güero Medrano, nunca es secundario, y sus mujeres, entre ellas una secretaria llamada “Elena” (oh, padre Freud), chaparrita y delgada (oh, de nuevo), siempre cuaderno de notas en mano, apunte y apunte (recontra oh), que escucha su recetario maoísta con arrobo y deseo. Luego esa Elena huye con el Güero Medrano a la clandestinidad de la guerrilla. El proceso que condujo a tantos intelectuales rumbo a Marcos, luego al lopezobradorismo, en Elena (Poniatowska) comenzó desde que La noche de Tlatelolco la convirtió en figura inevitable de la izquierda. Un caso de hechizo mutuo.

Pablo Pascual: el niño y el traje del emperador. Debe de haber sido 1981. Me sacudió una frase de Pablo Pascual, gran amigo mío, militante de aquella izquierda que hizo los sindicatos universitarios, el Partido Socialista Unificado de México, luego el PMS, que se fundiría, con la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas, en el Frente Democrático que le buscó la Presidencia, y después en el PRD. Pablo me hizo lo que el niño a su pueblo reunido para aplaudir el traje nuevo del emperador: el niño que se atreve a señalar cómo el emperador no lleva traje alguno, va desnudo. Ocurrió así: Elena acababa de sacar Fuerte es el silencio. Me había dedicado muy cálidamente un ejemplar, con nubes, flores y expresiones de enorme afecto; comíamos con frecuencia juntos y nos llamábamos por teléfono para conversar. Pablo me soltó de sopetón y sin previo aviso: “Oye, tu pinche amiga es una pendeja...” Lo miré con el mismo azoro de Juan Diego oyendo al abad Schulenburg decir que no hubo apariciones. Musité un tartamudeante: “Pablo...” con el tono de quien teme que se abra la tierra en ese instante. Pablo Pascual concluyó: “En su pinche libro nuevo hace héroes a los que nos tienen sentenciados a muerte a mí, a Rolando Cordera, a Gilberto Guevara, a ti, Luis, a ti...” Me dio vergüenza reconocerle a Pablo que no había leído más que las dos páginas con su dedicatoria. Luego había visto las fotos. El último capítulo, sobre la colonia Rubén Jaramillo, de Morelos, que tanto había indignado a Pablo Pascual. Lo acabo de leer, ahora en julio de 2006. Y no le doy razón a Pablo: no es el relato de una tonta, es el de una enamorada. Narra una invasión de tierras, la del fraccionamiento Villa de las Flores, y su transformación en “colonia Rubén Jaramillo”, fundada por aquel famoso Güero Medrano que pasó luego a formar una de las guerrillas cercanas a Lucio Cabañas, y que hizo del secuestro, homicidio, robo y asalto a mano armada la “voz del pueblo”, y nos puso en la mira de los fusiles proletarios a todos los “reformistas” que sólo hacíamos trabajo político para crear partidos. Los tiempos del delirio.

Es de una simpleza abrumadora: el catecismo más elemental e ingenuo sobre la maldad de los ricos y la natural bondad y sabiduría de los pobres, el derecho de éstos a “tomar lo que es suyo” sin más justificante de propiedad que los sufrimientos del pasado y el presente. “Campesinos con machete, otros con rifle dispuestos a defender a su familia, su tierra...” Que “su” tierra tenga otro propietario es secundario. “Ya estuvo bueno de agachar la cabeza frente al patrón, vamos a exigir lo nuestro.” Bien, sólo que el dueño de ese fraccionamiento ocupado no es el patrón. Lo que el Güero Medrano planeaba (sin decirlo a los colonos) para la Jaramillo era “Convertirla en territorio libre dentro del estado de Morelos y buscar después otra base...” La táctica maoísta aprendida por Florencio el Güero Medrano en China. No lo dice el Güero, sino la propia narradora: “Uno de los factores decisivos en cualquier lucha revolucionaria es la reacción de los ricos.” Imposible decirlo de forma más trivial. “La Jaramillo no sólo demostraba que un grupo humano puede oponerse al gobierno sino también convertirse en fuerza política”: oponerse al gobierno es una virtud en sí misma, y no se había hecho en la historia de la humanidad... Hasta que la Jaramillo demostró que era posible. Y más claro: “¡No hay que conciliar, hay que tomar el poder, pendejos reformistas!” No es el grito de un personaje, es el resumen de la narradora contra los “obreros sacones dispuestos a aliarse al PRI” y que sólo le hacen “el juego al patrón”. Y era, no casualmente, el grito de los guerrilleros contra quienes estábamos formando los partidos de izquierda, el grito con el que cayó abatido por balas revolucionarias el profesor Alfonso Peralta; el grito para matar a tiros en Culiacán a un primo de Gilberto Guevara. Y era el que emplearían para terminar con nosotros, preocupados en hacer sindicatitos y partiditos. Luego, a la muerte del Güero Medrano, concluye la narradora, ya en éxtasis: “Quién quite y a la mejor todavía viva porque dicen luego que los luchadores no mueren, pero pues váyase a saber.” Y recoge el canto de los niños, en la fiesta escolar de la Jaramillo: “Y aquí en Morelos, / Florencio Medrano / intrépido vencerá.”

Aquí estoy, a estas alturas de la vida, leyendo un canto emocional y erótico a la guerrilla, ricos malos y pobres buenos, caudillos mujeriegos y mujeres enamoradas, discursos para atraer pobres a “la lucha”, con el anzuelo de un terrenito. Una conocida oratoria recuperada sin asomo de análisis por Elena, y me sospecho que abaratada aún más por ella. Allí se ve, en una nuez, el entusiasmo de muchos intelectuales por la violencia revolucionaria y el esperado parto de la Historia. Ninguno se atreve a ponerlo en ese lenguaje descarnado. Pero está implícito en la “toma” de Banamex, la ocupación del Zócalo y el Paseo de la Reforma, y en el éxtasis que sienten por otro simplificador extremo: López Obrador.

El affaire Poniatowska-Woldenberg
Pasó el tiempo. La “Rubén Jaramillo” fue ocupada por el Ejército y los dirigentes entraron a la clandestinidad. Elena publicó su saga. Las guerrillas fueron exterminadas y los partidos crecieron. La legislación fue eliminando paulatinamente el control de las elecciones por el gobierno y poniéndolas en manos de ciudadanos sorteados al efecto. Cuando “corría el año del Señor” de 1996, los nuevos partidos políticos hicieron ver a los habitantes del DF, por décadas sin derecho a elegir gobernantes, esa injusticia. Yo vivía por entonces allá. La oposición y algunos militantes civilizados del PRI lanzaron la propuesta de regresar a los ciudadanos del DF el derecho a elegir su gobernante, hasta entonces nombrado sin más por el Presidente de la República.

¿A quién dar la banderola de salida? Se pensó en un personaje inobjetable: Elena Poniatowska. Ella tuvo a cargo el discurso inicial. Fue sorprendente, porque no lo dirigió contra el PRI, que había cancelado nuestros derechos ciudadanos, ni contra la sucesión de regentes impuestos; vaya: ni siquiera a favor del virrey Bucareli. Lo que escribió y publicó luego fue un discurso, en el estilo del “Yo acuso” de Zola, donde se repite una frase con insistencia. ¿Contra quién? Contra un joven casi desconocido que colaboraba quincenalmente en La Jornada (el diario que habíamos fundado los exiliados del unomásuno). “¡Y le vamos a demostrar a José Woldenberg que los ciudadanos sí pensamos! ¡Y le vamos a demostrar a José Woldenberg que...!” Un fogoso discurso... que nadie entendió.

Tomé la ofensa para mí y en La Jornada comenté el despropósito de Elena: José Woldenberg, Pepe, no sólo era mi amigo, sino un hombre en cuyo juicio sensato yo confiaba desde que había aparecido en las tumultuosas asambleas sindicales de la UNAM, todavía lleno de espinillas, y ponía orden y concierto con mesuradas palabras. No entendía por qué debíamos enfilar baterías contra él. ¿No era la imposición sexenal de regente priista el enemigo a vencer? Ese mismo día me llamó Elena y pidió hablar conmigo. Me había leído. Llegó a mi casa e hizo este asombroso relato: que había aceptado el honor, pero sin saber qué decir; y al comentar esa inquietud con Pablo Gómez, éste le había sugerido como tema el artículo de Woldenberg, donde sostenía que los ciudadanos no pensamos.

Le pregunté si había leído el texto. No, no lo había leído. “Y escribiste esa catilinaria, Elena... ¿sin leer a Pepe?” Que Pablo se lo había platicado. “Pues te lo cuento yo: dice Woldenberg, y estoy de acuerdo, que nadie tiene derecho a hablar a nombre del pueblo o de los ciudadanos, porque hay ciudadanos que piensan de una forma, ciudadanos que piensan de otra... Luego remata con un chiste facilón: Y algunos ni siquiera piensan.” Que Pablo no se lo había contado así. Le mostré el diario. Elena se veía muy afligida. Se dijo “soy muy tonta” varias veces y se recriminó por meterse en lo que no conocía. Me pidió el teléfono de Woldenberg. “Quiero llamarlo para disculparme.” Respondí que la ofensa había sido pública y la disculpa, en mi opinión, también debía serlo. Estuvo de acuerdo y se despidió.

Llamé a Pepe: “Elena Poniatowska se acaba de ir, iba muy compungida por lo que dijo de ti y te llamará pronto, además escribirá algo al respecto”. Pasaron semanas, años. Jamás lo llamó. Mucho menos escribió la disculpa que Pepe merecía.

El ciego guiando a tuertos
El caso de Elena explica, en cierta medida, el rumbo extraviado de los intelectuales mexicanos. Hubo ciegos de amor guiando a tuertos que no querían ver. Se volcaron a la defensa de un proyecto que claramente era la restauración del viejo PRI anterior a Salinas, el paleoPRI. Punto por punto, la oferta de López Obrador estuvo calcada de la práctica de Luis Echeverría. No vieron la elección de Estado ocurrida en el DF: todo el aparato de gobierno fue puesto al servicio de las candidaturas del PRD, no con alusiones más o menos veladas, como las de Fox, sino con dinero público, equipo material y humano, desde burócratas hasta las organizaciones controladas por Bejarano y Padierna. No cambiaron de opinión cuando las obras mayores del gobierno del DF, entregadas sin concurso, vieron sus costos protegidos por un secreto de diez años, ni cuando la Comisión de Transparencia del DF renunció en pleno y la capital se transformó en la única entidad federativa sin transparencia. Cero transparencia. Como Luis Echeverría, su maestro en política priista, López Obrador supo atraerse las simpatías de muchos intelectuales. ¿Cómo lo consiguió? La retórica de López Obrador padece tal orfandad en las ideas que sirve en marchas y mítines, pero no explica su éxito entre una buena parte de los intelectuales. Se entiende sólo a partir de la presencia de voces que, como un espejismo, oculta arenas secas bajo agua inexistente: así cubrieron la penuria de ideas.

Retazos y saldos
Para hacer ese trabajo de espejismo, fue necesario hacerse un traje con los retazos que la izquierda exitosa ha tirado a la basura. Y para descubrir esa retacería barata hay que ir de nuevo a los libros de estos intelectuales, leerlos sin amor viejo, sin piedad. Leer: “Son muchos los jóvenes que tienen noticia de los ejércitos libertadores en Guatemala, en El Salvador, en Nicaragua, y están dispuestos a vivir la experiencia de la revolución.” Dicho por quien narra, no por un personaje con ese pensamiento; leer y buscar en fuentes de la época lo que hacían esos “ejércitos libertadores”. No era material de difícil acceso: se podía hallar en Plural.

A la vuelta de veinte años hemos visto que los hechos no eran de derecha ni de izquierda, sólo eran. Y ahí están ahora los resultados: Nicaragua se deshizo de sandinistas a la primera oportunidad de elecciones libres, El Salvador no se ha repuesto de su guerra civil, Guatemala fue a dar a Guatepior muchos años. Pero ésos son los retazos que hacen reconocible el traje de izquierdista. Hacer suyos a estos personajes, estos símbolos, fue el mayor triunfo mediático de López Obrador. ¿Cómo lo consiguió? Quizá porque son retazos hechos de la sustancia de la utopía, del sueño compartido. Es difícil despertar del sueño socialista y descubrir que estuvimos defendiendo una pesadilla. Y que lo hicimos por fe, por aceptación del dogma, contra evidencias. Nos seguimos preguntando cómo fue posible que el mundo no viera Auschwitz. Es más fácil entenderlo si observamos que en estos días se sigue celebrando el 26 de julio.

La caída del muro de Berlín, de la Unión Soviética y de los regímenes satélites fue el robo de un sueño, un fantasma de orfandad recorrió el mundo de las izquierdas. Pero en sólo un lustro nuestros intelectuales revivieron su vieja utopía juvenil con el levantamiento del EZLN. Luego le vieron las fisuras, salió el cobre. Y se aferraron a otra: el rayo de esperanza de López Obrador, que tiene todos los rasgos apetecidos. O los tenía hasta que acusó hasta a sus propios representantes de casilla de haberse corrompido. No dejó títere con cabeza. Al parecer, como dice Serge Moscovici, psicólogo social rumano-francés, los hombres no podemos vivir bajo un cielo vacío. Ni siendo intelectual. ~

Autocrítica necesaria

Rosa Albina Garavito
23 de septiembre de 2006
El Universal


La celebración de la Convención Nacional Democrática marca una nueva etapa en la lucha del movimiento democrático y progresista del país. Frente a la imposición del fraude electoral, la iniciativa de convocar a esa convención me parece acertada, de la misma manera que sus resolutivos. Sin embargo, el objetivo de construir una fuerza política y social mayor a la existente, que resista de manera eficaz a la imposición y además logre dar vida a las instituciones democráticas del nuevo siglo, requiere de la autocrítica en torno del desempeño del PRD, de su candidato presidencial, y de otros elementos durante la campaña electoral.

Parto de que sin las irregularidades e ilegalidades cometidas durante el proceso electoral por distintas instancias del Estado y por los poderes fácticos, el resultado habría favorecido a AMLO. Sin embargo, esa convicción no hace a un lado la necesidad de la autocrítica, pues el uso faccioso de los poderes es una característica del viejo régimen en el que aún estamos inmersos, y es en esas condiciones en las que hay que desplegar la lucha democrática en esta nueva fase. Esto no significa que la participación en la contienda electoral hubiese implicado dar un cheque en blanco a nadie. Ahora paso al elenco de los errores y otros factores.

1. Se confundió la campaña electoral con la lucha contra el desafuero. La mayor virtud de AMLO, haber salido victorioso del intento de sacarlo de la contienda electoral mediante el desafuero, al final se convirtió en un lastre. La no respuesta oportuna a la campaña del miedo, se fundamentó en el supuesto de que el candidato había quedado vacunado contra las "fuerzas del mal" que quedaron exhibidas en el complot de 2004-2005. Con estupor se constató que la campaña sacó a la luz los muertos vivientes.

2. Esa confusión alimentó también el triunfalismo y la soberbia. Ambas son muy malas consejeras en cualquier situación. Lo son más en una campaña electoral. El innecesario "cállate chachalaca" fue uno de sus resultados que, como dije en este espacio, sirvió para manipular el respeto a la investidura presidencial, y el miedo inconsciente que acompaña al generalizado racismo en el país, con el que también se asoció esa expresión.

3. Confusión y triunfalismo fundamentaron la errónea decisión de no asistir al primer debate, a pesar de que las preferencias electorales empezaban a descender.

4. La descalificación de las encuestas electorales cuando no favorecieron a AMLO, expresó una falta de objetividad lamentable.

5. Imponer candidaturas y rodearse de personajes identificados con los peores vicios del régimen priísta, replegó a muchos votantes del campo de la izquierda. Ninguno de esos personajes ha hecho un deslinde público de su pasado; es evidente que nadie se los exigió. Hacerlo significaría reconocer públicamente los daños causados a la sociedad y a la nación a consecuencia de sus compromisos políticos y sus acciones de gobierno.

6. Dar prioridad a esos personajes en la organización de las redes ciudadanas para la defensa del voto, tuvo como resultado vacíos determinantes en el cuidado de las casillas electorales y, por lo tanto, terreno fértil para el fraude hormiga.

7. Como siempre lo ha hecho frente a los liderazgos caudillescos, el PRD estuvo ajeno a cualquier definición política de la campaña electoral. Recibir órdenes de manera acrítica no es la mejor contribución al desarrollo democrático del país.

8. Como nunca lo había hecho, lamentablemente Cuauhtémoc Cárdenas (CC) se plegó a los intereses de la antidemocracia, desde la fase de la lucha contra el desafuero hasta el momento actual.

9. Intelectuales nostálgicos de su pertenencia al círculo cercano del liderazgo de CC, llamaron a la abstención o anular su voto. Quizá expresaron la exquisitez del alma que todo intelectual lleva dentro, pero también los consabidos errores que de ello derivan.

10. No sé cuántos votos haya restado la "otra campaña", pero como he sostenido en repetidas ocasiones, mal habría hecho el EZLN en apoyar la campaña del PRD.

En fin, me queda claro que son muchos los haberes para iniciar la nueva etapa de lucha democrática; pero también muchas las carencias. En ellas quizá la más importante sea la ausencia de un partido de izquierda, democrático y moderno. La sociedad dirá.

Consejera nacional emérita del PRD

La Convención

Aunque esta nota editorial ya tiene una semana de haberse publicado, no la habíamos dado a conocer en "La abrumadora realidad" y bien vale la pena retomarla y enlazarla con el post "Status del PRD: lo que mal empieza mal acaba" y con el otro editorial de Rosa Albina Garavito llamado "Autocrítica necesaria"

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/35453.html
Rosa Albina Garavito
16 de septiembre de 2006
El Universal


Hoy dará inicio la Convención Nacional Democrática (CND) convocada por Andrés Manuel López Obrador, y con ello se abrirá una nueva etapa de la resistencia civil y pacífica frente a la imposición de un presidente de la República legal, pero ilegítimo. El fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) no sólo marcó esa ilegitimidad, sino que también dejó seriamente dañadas las instituciones cuya obligación es encauzar y legalizar la vida democrática del país, como es el caso del IFE, del TEPJF y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. También dejó al desnudo el uso faccioso de la institución presidencial por parte del jefe del Ejecutivo, y la ilegal injerencia de los poderes fácticos en el proceso electoral. Continuar por este camino de simulación nos llevaría a una mayor descomposición de las instituciones republicanas.

Frente al riesgo de serios retrocesos en el avance político del país, como fue la conquista del respeto al voto para elegir a nuestros gobernantes, la realización de la CND puede fortalecer la organización del movimiento democrático. Por el contrario, permitir esos retrocesos implica desacreditar la vía electoral, y mediante la imposición de los intereses de los grupos privilegiados en el poder, continuar por el camino de profundizar la desigualdad social y el desmantelamiento de la estructura productiva. Es necesario, por lo tanto, construir un proyecto nacional que concilie libertades democráticas, soberanía y justicia social, así como dar vida a nuevas instituciones democráticas y a nuevas políticas económicas y sociales.

En cada etapa de nuestra historia, ha sido el pueblo movilizado por la legítima defensa de sus intereses, el que ha logrado el desarrollo social, político y económico del país. Ningún avance ha sido concesión graciosa de la clase política en el poder, de cuya franca descomposición, por cierto, aportan nuevas evidencias las conversaciones entre Emilio Gamboa Patrón, Fidel Herrera, Succar Kuri y Kamel Nacif, dadas a conocer en esta semana.

Quienes demandan la reconciliación nacional, y de manera simultánea piden ignorar las inconsistencias del fallo del TEPJF, en realidad pretenden un aval para continuar por el camino de las impunidades. Por su parte, realizar la CND tiene la virtud de organizar, por la vía legal y pacífica, al movimiento democrático del país y así construir la fuerza social y política necesaria para lograr un gran acuerdo nacional, un pacto en el que se fundamente el rediseño institucional del Estado democrático del siglo XXI.

Para construir esa fuerza social y política no es suficiente el PRD, un partido que desde su origen ha estado secuestrado por grupos de interés. La CND podría desde abajo, renovar las instituciones políticas del Estado, y también recuperar al PRD como el instrumento de lucha por la democratización del país.

Quienes se lamentan de que el liderazgo de AMLO haya sometido al PRD, olvidan que lo que menos ha importado a sus grupos internos de poder es construir un partido de izquierda, democrático y moderno y, en cambio, toda su energía se ha desplegado para lograr la cercanía con los liderazgos caudillistas en turno, primero el de Cuauhtémoc Cárdenas y ahora el de AMLO, con tal de verse beneficiados con posiciones de poder.

He señalado desde 1999, que los grupos de la izquierda no priísta llegaron al PRD sin más proyecto que cobijarse al amparo del nacionalismo revolucionario. Por fortuna las paradojas de la historia podrían llevar a que la convocatoria de AMLO a realizar la CND provoquen que esa izquierda tenga que volver a sus orígenes, y quizá recuperar la cercanía con las luchas sociales en las cuales se forjó. Por otra parte, pero no menos importante, la organización y movilización permanente de los sectores democráticos del país en la resistencia civil y pacífica, puede convertirse en una escuela permanente que revolucione las conciencias de una ciudadanía acosada por los medios de comunicación. No quedarse de brazos cruzados frente a la imposición de un presidente legal pero ilegítimo, requiere crear un poder pacífico y alternativo que cristalice en las instituciones del Estado democrático del siglo XXI. La CND tendría que disolverse hasta que en México sea investido un Poder Ejecutivo mediante el cumplimiento de los principios plasmados en los artículos 39 y 41 constitucionales.

Consejera nacional emérita del PRD

8 de septiembre de 2006
CATO Institute
por Roberto Salinas-León

Roberto Salinas León es catedrático y consultor mexicano y Académico asociado del Cato Institute.


Este año, año de fin de sexenio, año donde se proyectaba un episodio complicado en el entorno político, tendría que ser, según tradición, año de fantasmas cambiarios, de la paranoia colectiva sobre si se daría una devaluación del peso frente al dólar. Si acaso, se podría afirmar, aunque sería aventurado, que parece haber mayores problemas con el tipo de cambio por el lado de la apreciación, que por el lado de la depreciación.

De hecho, los temores cambiarios sexenales surgieron, y de forma pronunciada, en el año 2000, año donde simplemente por inercia histórica, o por nuestra pésima tradición monetaria, o por el fantasma de “defender al peso como perro,” muy pocos se atrevían a descartar una maxi-devaluación. Las condiciones, y la lógica económica, apuntaban en la dirección de una transición política con estabilidad macroeconómica. Pero el temor no era asunto de lógica económica, sino de pánico histórico.

En estos momentos, el país está cosechando los frutos de instituciones monetarias comprometidas con la estabilidad de precios. Cínicos y optimistas, de derecha o izquierda, de arriba o de abajo, de un partido o del otro, y hasta incluso las voces más radicales de la voluntad popular, deben reconocer la realidad cambiaria: no hay, ni por el lado de la tasa de inflación, ni por el lado del régimen de flotación, ni por el lado del mercado de capital, ni por le lado del sistema bancario, un factor que apunte en la dirección de un episodio de devaluación traumática.

Al contrario, con todo y el momento de profunda incertidumbre política, el tipo de cambio se ha mantenido estable, incluso se ha apreciado. A estas alturas del año 2000, la paridad peso-dólar se ubicaba sólo ligeramente abajo, por unos tantos centavos, de lo que hoy registra en el mercado cambiario. El eterno vínculo entre el valor dólar de la paridad y la inflación, o más bien el poder adquisitivo real, se ha roto.

El reto macroeconómico ya no es estabilizar, sino consolidar la estabilidad. El reto económico global, por otro lado, ya no es macro sino micro: reformar, o regularizar, todos los factores, todas esas piedritas en el camino, que no permiten ser más competitivos: el esquema fiscal, el marco laboral, el sistema de justicia, la seguridad, los costos de transacción derivados del pesado marco regulatorio, y demás.

Pero, como parte de un año simbólico de trascendencia histórica, lleno de tantos y tan inesperados, o inusitados, hechos, los ciudadanos mexicanos no han logrado salvarse de la maldición sexenal. Esa vez, el fantasma ha tomado nueva forma, ya no su tradicional modalidad cambiaria, sino ahora en una manifestación política. Pero las consecuencias de esta nueva modalidad, del choque de trenes que estamos presenciando, de las cóleras, las vísceras, lo peor del populismo mesiánico y lo peor de no hacer respetar la ley, son muy similares a las que sufríamos después de una crisis cambiaria: no hay certidumbre, hay un temor popular creciente, hay un tejido social muy frágil sino desgastado, hay pérdida, al final del día, de salario real, de recursos, de nuevas oportunidades de inversión.

En algunos círculos, estos temores no se mostraban en forma tan marcada desde el peor acto de violación de derechos de propiedad en la historia moderna del país: en 1982, con la estatización del sistema bancario.

Empero, ¿hasta donde llegará esta nueva crisis (política) de fin de sexenio? ¿Hasta donde dejarán las autoridades salientes, o las entrantes, que se prolongue? ¿Cuánto más le costará la inversionista, al ahorrador, al productor, al trabajador, al consumidor? La fuga de capitales se está dando, como siempre se ha dado, si bien es ahora por razones de una profunda devaluación, devaluación no cambiaria, sino política.

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México: Elección válida

Aunque este artículo ya tiene 15 días de haberse publicado, bien vale la pena retomarlo y promoverlo. Visiten la página de CATO Institute.

7 de septiembre de 2006
por Manuel Suárez-Mier
CATO Institute

Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.

Gracias a la magia del internet escuché en la ciudad de Washington la lectura del dictamen del secretario del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que desgranó con notable detalle los argumentos que invalidaban las denuncias presentadas para exigir la nulidad de la elección presidencial.

Queda claro, primero, que los magistrados del Tribunal Electoral hicieron su trabajo a fondo pues analizaron con detenimiento todas y cada una de las acusaciones presentadas por la “coalición por el bien de todos” (coabito), aún las más frívolas.

El tribunal desechó una por una las denuncias por carecer de evidencia contundente de su impacto sobre el ánimo de los votantes en lo referido a los anuncios contratados por asociaciones empresariales y firmas comerciales para promover el voto e invitando a rechazar programas económicos fracasados.

La revisión de las objeciones de la coabito provoca hilaridad cuando exige anular la elección porque los anuncios de jugos Jumex contienen colores azul y blanco, los del PAN, o la mención a favor de Felipe Calderón por parte de la suculenta Maribel Guardia en su programa televisivo Muévete.

Respecto a los anuncios del PAN denunciando a López Obrador como un “peligro para México” utilizando palabras e imágenes del tabasqueño, es también risible que a la coabito le parezcan censurables las imágenes de su propio candidato, salvo por el hecho que, en efecto, revelaron su vena colérica e intolerante.

Es indudable que la campaña que mostró el célebre chillido de López Obrador contra el presidente Fox, su “ya cállate chachalaca,” le costó al candidato insultante, y mucho, lo mismo que en Estados Unidos el aullido que se le salió al precandidato Howard Dean cuando perdió la elección primaria de Iowa le costó la nominación del partido demócrata a la presidencia.

¿Desde cuándo está prohibido mostrar material con los candidatos y más aún, transmitir sus propias palabras y acciones? ¿Será porque revelan su verdadero carácter? ¿No ha quedado suficientemente acreditado con todas las acciones que ha emprendido López Obrador después de los comicios el gravísimo peligro que su eventual liderazgo representaba para nuestro país?

El Tribunal Electoral tampoco encontró concluyente la “evidencia” aportada por la coabito respecto a la intervención del Presidente Fox o el supuesto uso de recursos públicos en los programas de asistencia social para influir en forma apreciable o decisiva en el resultado de la elección presidencial.

En el primer caso, el Tribunal señaló que la oportuna intervención del Instituto Federal Electoral (IFE) para evitar que el señor Fox siguiera haciendo proselitismo a favor del candidato de su partido hizo que el impacto sobre la decisión de los votantes de tal campaña no fuera significativo.

Respecto al supuesto mal uso de recursos públicos para influir en el desenlace de la elección, los magistrados del Tribunal Electoral no encontraron evidencia alguna para sustentar las acusaciones enderezadas por la coabito.

Los magistrados del Tribunal Electoral señalaron con toda sensatez que ninguna elección es perfecta pero juzgaron que no siéndolo la del 2 de julio, las irregularidades denunciadas no fueron de ninguna manera suficientes como para anular la validez de sus resultados.

En consecuencia, el Tribunal declaró a Felipe Calderón Presidente Electo en forma unánime. Hay que recordar que su fallo no es impugnable y que no hay instancia alguna posterior por lo que es concluyente. Ante esta decisión, que muchos ya anticipábamos, resulta más clara la naturaleza del último berrido del demagogo delirante de “mandar al diablo a todas (las) instituciones.”

Las acciones de López Obrador y sus secuaces de aquí en adelante representan actos de sedición por lo que resulta obligado aplicar las leyes vigentes que definen cómo proceder contra alguien que ostensiblemente quiere subvertir el orden constitucional y derrocar al gobierno legítimo del país.



Les recomiendo ampliamente leer el libro "El Despertar de México. Episodios de una búsqueda de la democracia" por Julia Preston y Samuel Dillon, de Editorial Océano, particularmente y relacionado a este video, el capítulo "1988" (Páginas 85 a 108) donde se narra la experiencia del sistema SNIPE diseñado por Oscar De Lassé por órdenes de Manuel Bartlett y como se dieron las cosas la noche del 6 de julio de 1988. Las órdenes que recibío Bartlett por parte de Miguel de la Madrid y como las cumplió para cuajar el famoso fraude de 1988.

Una forma más de ver como AMLO niega la corrupción de sus allegados porque le conviene "hacerse de la vista gorda". Este libro le convendría leerlo al mismo AMLO para que ponga en orden sus ideas y revierta su actitud anacrónica.

Por favor, lean este libro. Para evitar que traten de seguir entregándonos información manipulada.

Me resulta sorprendente las opiniones, las zancadillas y las puñaladas por la espalda que se dan entre si mismos los integrantes del PRD. Y esto no es nuevo; esto ha venido ocurriendo desde años atrás. Por supuesto que la carta que Cuauthémoc Cárdenas escribió a Elena Poniatowska es la causante de hacer esta reflexión y pues, es el tema de moda entre PRDistas y población en general.

Hace tiempo escuché una opinión que decía que en el PRD estaba la gente más brillante pero que estaban en el partido equivocado. Actualmente y muy en lo personal, comprendo y comparto este punto de vista y es por lo mismo que quiero escribir este post.Bien, en lo personal pienso que todo lo que se está viviendo ahorita en el PRD y que Cárdenas ha manifestado en su ya famosa carta, es solamente las consecuencias de los mismos actos con los que fue creado el Partido; me atrevería a afirmar que "lo que mal empieza, mal acaba".

Estoy de acuerdo con los PRDistas que le reprochan a Cárdenas el no haber abierto antes la boca y no haberles hecho ver antes las situaciones que indica en su carta. Aunque en lo personal respeto mucho a Cuauthémoc Cárdenas, no puedo negar que mi opinión sobre él no es ni ha sido del todo buena; tengo mis reservas y mis reproches hacia el Ingeniero.Primero, la forma en que ese primer grupo que abandonó el PRI realizó esa emigración y la forma en que buscaron el cobijo en el partido izquierdista, nunca me pareció totalmente confiable; siempre me ha parecido, "con todo respeto", que Cuauthémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez hicieron un berrinche gigantezco por no tener más poder dentro del PRI y entonces decidieron irse a buscar donde pudieran anidar y alcanzar sus metas. Y creo que con el transcurso de los años, la misma historia nos ha ido dando la razón al respecto sobre todo con CC y PML: el primero, aferrado con llegar a Los Pinos y buscando eternamente la candidatura a la presidencia, y el segundo, con una mente brillante pero aferrado con el poder y actuando como verdadera veleta y buscando "echarse" donde le tiren un huesito.

Aunque no estoy convencida de que este trío que salió del PRI y se trasladó a la izquierda tengan verdaderos principios izquierdistas, si estoy convencida que su propio historial personal y el apellido Cárdenas, obligaron a Cuauthémoc a alinearse y a volverse un hombre respetable y en gran medida, admirable. Sin embargo, creo que actualmente se están pagando muchos errores que se cometieron en el pasado por allá de 1988 y no me refiero al fraude y demás situaciones antidemocráticas, de abuso de poder, etc. Me refiero a que, en el momento en que Cárdenas deja el PRI, no tenía una formación precisamente democrática y sus objetivos inmediatos y a largo plazo, era formar un partido político que fuera lo suficientemente fuerte, poderoso como para lograr alcanzar el poder, la fama que nunca logró en el PRI y además, la Presidencia y tuvo el apoyo de gente inolvidable como Heberto Castillo para formar el PRD pero cometió el gravísimo error de jalar a sus huestes a mucha gente que fueron enviciando, ensuciando, prostituyendo al PRD. Cuando solo quieres alcanzar un objetivo a toda costa y decides rodearte de la gente que sabe como armar fuertes movimientos, poco te importa la integridad, la inteligencia y el talento de esa gente. Y ese fué el error de Cárdenas: invitar al PRD a un tipo como AMLO que, dicho "con todo respeto", cumple con todas las características que anteriormente mencioné. AMLO, con una integridad que 'ni fu ni fa', una inteligencia y talento muy por debajo del promedio, pero que paradógicamente su mayor inteligencia y talento destacaban groseramente en su capacidad de gritar, insultar, armar revueltas y tener un liderazgo con resultados poco políticos y a veces incontrolables. Ese AMLO es el que ahora le está pasando la factura a Cárdenas y lo hace pagar con abrumadores intereses los errores del pasado.

Y las puertas se siguieron abriendo sin ningún control. Muchas veces con traiciones que no se quisieron tomar en cuenta en su justa dimensión (hay que recordar como AMLO desplazó a Heberto Castillo de la presidencia del PRD y Castillo demandaba actitudes fraudulentas por parte de AMLO). Se siguió permitiéndo el arribo de verdadera escoria hacia el partido y todo era válido por aquello de que "el fin justifica los medios". Que importa con que armas te hagan crecer al Partido, importa poco si hay hipocresía y traiciones si a final de cuentas llegarás a la tan hambreada cumbre del poder y como llegó a decir Graco Ramírez: "hay que sacrificar los principios, compañero, si es que queremos dejar de ser la tercera fuerza política".

Puedo decir, creo que Cárdenas tiene absolutamente toda la razón. Pero por qué no lo vió cuando estuvo invitando gente al Partido?... por qué no le puso un freno a AMLO cuando este apenas llegaba al PRD?... por qué se queja ahora de que el barco se está hundiendo si nunca frenó a los que le estaban haciendo hoyos al barco?... será porque en aquel entonces le convenía o parecía convenirle y ahora no le conviene o porque en el ocaso de su vida, viene la sabiduría y arrepentimiento de la vejez? Lo que es un hecho: todos cosechamos lo que sembramos.

Esta historia continuará.....

Entrevista: Lázaro Cárdenas • Gobernador de Michoacán
"Un error, buscar la creación de otro Partido"
El mandatario apoya las críticas a López Obrador y descarta que por tener diferencias "no podamos seguir siendo parte del PRD".

22-Septiembre-06

El gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel, opinó que sería un error que los seguidores de Andrés Manuel López Obrador creen un nuevo partido. Por el contrario, pidió fortalecer al PRD, pero no desde una visión única ni monolítica, sino múltiple y plural. Negó que Cuauhtémoc Cárdenas sea traidor y planteó escuchar y respetar las críticas que hizo Carlos Slim.

Algunos sectores del PRD lo descalifican por no apoyar las acciones de AMLO.
Creo que en el PRD debe prevalecer, como en cualquier organización democrática, la libertad para expresar opiniones en cualquier sentido. Lo peor que podría hacer una organización democrática, lo peor que podría hacer el PRD, es cerrarse a la expresión de puntos de vista diversos. Una crítica no debe verse en ningún momento como algo que daña; al contrario, lo que provoca debate, lo que provoca reflexión si se conduce adecuadamente puede servir para mejorar, para no repetir errores. Que ninguna posición de antemano se condene o se vea como negativa. Es un valor del PRD. Qué bueno que haya crítica y que malo que en algunos casos se piense que la crítica o la autocrítica van a llevar a un problema o van a significar un tropiezo para el PRD.

Hay una fractura, se habla de crear un nuevo partido…
No sé quién esté pensando en un nuevo partido. Creo que sería un error en este momento tomar ese camino. El PRD es un partido que en pocos años ha logrado implantarse en el país, es un referente claro para muchos ciudadanos, logró una votación histórica en la pasada elección federal y sería un error desde mi punto de vista no aprovechar esto y no tener en cuenta este logro histórico. Hay que fortalecer al PRD, pero no desde una visión única ni monolítica, sino desde una visión plural. No sé quién esté pensando en constituir otra organización.

¿Qué opina de las críticas de Carlos Slim a Andrés Manuel López Obrador?
Es una opinión que hay que escuchar como la de cualquier otro ciudadano.

¿Debe seguir operando la Convención Nacional Democrática?
Creo que sí, siempre y cuando haya un trabajo muy serio de elaboración de propuestas para renovar, mejorar las instituciones en nuestro país.

¿Cómo ve la petición del PRD para que no se le llame traidor a su padre?
Creo que aquí a nadie que ejerza la crítica debe llamársele traidor. Los traidores son otro tipo de personas; quien ejerce la crítica no hace sino honor a la trayectoria democrática. En el caso de mi padre esto no es sino ser congruente con una trayectoria en la que nunca ha dejado de decir lo que piensa. Yo comparo en muchos puntos la crítica que hace mi padre.

Creo, por otra parte, que a esta designación de "presidente legítimo" hay que verla como una estrategia de lucha y como un acto simbólico.

Para mí queda claro que para efectos de la acción del gobierno estatal tendremos que coordinarnos con quien esté ejerciendo el poder a partir del 1 de diciembre.

Esto no quiere decir que no podamos tener muchas coincidencias con el PRD, no quiere decir que no podamos seguir siendo parte de esta organización política, sólo que hay que entender el espacio en el cual nos toca trabajar.

Disparos
Acerca de su padre
"Creo que a nadie que ejerza la crítica debe llamársele traidor"



Francisco García/Morelia

Hugo Chavez no reconoce el gobierno de Felipe Calderon

Les dejo a su consideración este video y les pido que posteen sus comentarios al respecto.

Definición

Jesús Silva-Herzog Márquez
Reforma
18 de septiembre de 2006


Tras la elección, el candidato panista ha flotado en una nube de buenas intenciones y lugares comunes. Acuerdos, una Presidencia de todos, curar heridas, mirar hacia el futuro. Nada que muerda la fibra de este presente desafiante. Una incoherencia fundamental sobresale. Ha repetido mil veces la palabra reconciliación pero no ha dejado de lanzar golpes a su antagonista. Una mano se extiende, la otra sigue empuñada. Insiste en que los tiempos de la contienda han quedado atrás, pero no se ha emancipado de su inercia. A pesar de su deseo, el discurso de Felipe Calderón sigue imantado por el conflicto. La polarización domina sus reflejos y, sobre todo, el impulso de sus aliados. Su abismo no divide ricos y pobres, instituciones y democracia, como sucede en la imaginación de su adversario. Pero a su entender, hay una grieta profunda que separa al país. Es una línea que separa a los violentos de los pacíficos; una severa oposición de tiempos: el futuro y la prehistoria. La gobernadora de Zacatecas mostró hace unos días esta incoherencia. Las convocatorias de Calderón no pueden ser tomadas con seriedad si, al tiempo que se invita al entendimiento, siguen retratando al otro como amenaza.

Si el Presidente electo realmente busca la conciliación, tendría que empezar por conciliar las piezas de su discurso. Sólo puede haber diálogo si existe disposición de entender las razones del otro. No hay ninguna señal de que el panista haya tenido ese propósito. Y no me refiero simplemente al programa del contrario sino, fundamentalmente, a los millones de votos que rechazaron a su partido. Si la conciliación calderonista es sincera, no resulta creíble. Para que encuentre plataforma de concreción, sería indispensable una reflexión autocrítica que identifique el origen del malestar y una oferta de inclusión viable.

Es que en este asunto, como en muchos otros, el panista no ha arriesgado una definición. Sigue siendo un actor político secundario. Un político incoloro. No es, hasta el momento, quien defina el debate público, quien fije sus contornos, quien motive al resto de los agentes políticos a una acción común. No ignoro la hazaña de su triunfo electoral. En contra del lugar común que se ha impuesto, tenía todo para perder y, sin embargo, logró imponerse aprovechando los defectos y los tropiezos de su adversario. Calderón ganó la Presidencia; nadie se la obsequió. Pero ahora tiene que definir para qué la quiere. Corre el riesgo de repetir el cuento del primer Presidente panista: un hombre que luchó tenazmente por el poder y, al tenerlo, no supo para qué servía. Lo mismo puede pasarle a su sucesor si no logra fijar definiciones relevantes.

Antes de la asunción de poder debería trazar el rumbo de su partido. Sé que los usos y costumbres panistas son renuentes a esos apremios del poder. Los reflejos del PAN siguen siendo los de un partido opositor, desconfiado de cualquier sello presidencial y extremadamente celoso de sus pudores procedimentales. Pero Calderón tiene que asumir su responsabilidad como dirigente real de un partido, como cabeza de una organización política que es crucial para el éxito de su gobierno. Hasta el momento, la dirección panista sigue siendo un estorbo para el Presidente electo. Los rumbos que insinúa Calderón, el tono que fija, la línea que bosqueja, son desfachatadamente quebrantados por el presidente del partido. Si Calderón quiere un gobierno de futuro, necesitaría llevar a su partido a ese tiempo. No lo es hoy y no lo será, a menos que el Presidente electo ejerza un liderazgo inequívocamente modernizador.

Tal vez la definición central que debe hacer el Presidente electo es el retrato de su circunstancia. Más que el gran trazo de futuro, es urgente un diagnóstico del presente. Hoy observamos el pleito de dos paisajes confrontados. Por un lado, el cuadro de una gravísima regresión política que nos ha instalado en tiempos predemocráticos. Para el lópezobradorismo un fraude le ha arrebatado al pueblo su gobierno auténtico. República simulada, restauración, fraude. El otro cuadro tiene una coloratura muy distinta. De acuerdo con el Presidente, vivimos hoy en un país maravilloso que deja atrás la pobreza, que ha rechazado felizmente la senda populista y se dirige con prisa al progreso. México va bien; sólo los ciegos lo niegan. ¿Qué México observa el Presidente electo? No lo sabemos. Sus mensajes alternan entre el festejo y una tímida intención reformista. Su diagnóstico, además de incoherente, resulta anémico. Pocos pueden reconocerse en un cuadro pálido e impreciso. Las fotografías que dominan el debate público son las de los polos: la caverna autoritaria o el jardín del progreso. Imágenes simples, es cierto, pero, por lo menos, claras. Unos y otros podrán reconocerse en sus trazos y sentirán el llamado de su diagnóstico. No puede decirse lo mismo del anodino mensaje del Presidente electo.

No quiero decir con esto que Calderón tenga que insertarse en las simplificaciones del maniqueísmo reinante. Quiero decir que perfilará su liderazgo, solamente en la medida en que sepa identificar la vena yugular de nuestro presente. Para ello tendrá que separarse del análisis monocromático de unos y de otros. Pero tendrá que comprometerse con una lectura certera de nuestras fortalezas, con un mapa de problemas y con una ruta de acción. Esos tres elementos siguen ausentes. No hemos escuchado del Presidente electo un balance global y ambicioso del país que queda tras el gobierno de Fox. No conocemos tampoco su juicio sobre el desencuentro electoral: qué es mero ruido y cuáles son las lacras reales de nuestro régimen institucional. Y, finalmente, más allá de las vaguedades de campaña: a dónde nos invita el Presidente electo. ¿Cuáles serán, por lo menos, sus primeros pasos?

De mal en peor

EL PAÍS
18 de septiembre de 2006
La conducta del candidato izquierdista en las elecciones presidenciales mexicanas, Andrés Manuel López Obrador, ha pasado del esperpento a la amenaza real para las instituciones políticas de México, un país de gran peso político y económico en todo el continente americano. López Obrador, del PRD, perdió las elecciones por un margen muy pequeño de los votos (el 0,58%) frente al candidato del conservador Partido de Acción Nacional (PAN), a pesar de lo cual inició un peligroso camino de deslegitimación de la democracia cuando mandó al diablo las instituciones y decidió rechazar el resultado electoral en nombre de un supuesto fraude. Ahora acaba de dar un paso que empeora la situación, al proclamarse presidente de México ante cientos de miles de partidarios en la plaza del Zócalo. Los temores, bastante fundados si se atiende a la escasa finura democrática del personaje, apuntan a que el siguiente disparate sea el nombramiento de una especie de Gobierno paralelo que consagre la división del país.

Aunque excéntrico hasta ahora en México, el comportamiento de López Obrador está en línea con las tentaciones bien recientes de cambios constitucionales y reformas legales en algunos países latinoamericanos, como Venezuela o Bolivia, orientados a perpetuar o ampliar las presidencias actuales sin pasar por las urnas. Son la excrecencia de actitudes caudillistas o de simple desprecio a las reglas más elementales que deben respetar todos los partidos democráticos: el ganador, por el margen que sea, gobierna si se lo permiten sus leyes parlamentarias y el perdedor saluda, da la enhorabuena y se dedica a vigilar estrechamente al Gobierno elegido. Sería inútil, probablemente, recordar a López Obrador la conducta en casos similares de otros políticos de más fuste y tradición democrática, como la de Al Gore en Estados Unidos, que renunció a prolongar una controversia sobre un supuesto fraude electoral para no dividir al país y mantener la estabilidad.

Si los comportamientos elegantes no le conmueven, puede reflexionar sobre el deterioro de la imagen de México en el exterior, política y también económica. Lo que importa es que las instituciones mexicanas dispongan de resortes para acabar con este intento ridículo de subvertir la democracia, y que los países del entorno que ahora jalean sus pretensiones -y que coinciden con quienes sugieren reformas constitucionales retrógradas- reconozcan públicamente y sin reservas al verdadero ganador, Calderón.

El líder moral del PRD señala que la actuación de Andrés Manuel López Obrador "golpea y daña a toda la izquierda mexicana"

EFE El Universal
Madrid, España
Lunes 18 de septiembre de 20060

7:47 La actuación de Andrés Manuel López Obrador "golpea y daña a toda la izquierda mexicana" y su nombramiento como "presidente legítimo" en una votación a mano alzada en la plaza del Zócalo es un "grave error", según el fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Cuauhtémoc Cárdenas.

En una entrevista al diario español La Vanguardia, Cárdenas expresa su oposición a la política seguida por López Obrador tras su derrota por un estrecho margen (0.58 por ciento de los votos) en las elecciones presidenciales del pasado 2 de julio frente al candidato del derechista Partido de Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón.

El histórico líder de la izquierda mexicana culpa al candidato presidencial del PRD de ser el culpable de la derrota y califica de "dogmática" la actitud del entorno de López Obrador, con iniciativas como la votación popular llevada a cabo este fin de semana.

Esa votación "es un grave error que tendrá un altísimo coste para el PRD y para el movimiento democrático", a juicio de Cárdenas, quien expresa su preocupación por "la situación actual de enfrentamiento" y advierte de que "posiblemente tendremos enfrentamientos y turbulencias por algún tiempo”.

"Hay que respetar las instituciones. El camino del enfrentamiento, de romper y no respetar un orden constitucional, no dará los mejores resultados para el país", señala.

No obstante, cree que "no hay riesgo de desestabilizar al país, ni que el desarrollo se dé fuera del marco constitucional e institucional" y expresa su confianza en que "las distintas fuerzas acabarán buscando cómo superar los problemas del país".

Preguntado por las razones de la derrota de López Obrador, Cárdenas apunta a un conjunto de factores, empezando por el hecho de que "faltó una clara candidatura de izquierda, no sólo de palabra, sino también de propuesta y compromiso".

A eso hay que agregar, dice, "la exclusión en la campaña de buena parte del propio PRD, la imposición de candidatos sin prestigio, las palabras hacia el presidente Fox, los ataques a sectores de la población: presentó a todos los banqueros y empresarios como malos, y como en cualquier actividad los hay buenos malos y regulares".

Cárdenas reivindica el derecho a disentir y sale al paso de quienes le acusan de haber provocado la derrota del PRD, aclarando que si no participó en la campaña electoral fue porque el programa tenía poco de izquierda y López Obrador estaba influido por ex dirigentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Se refiere, entre otros, a Manuel Camacho Solís, uno de los principales asesores de López Obrador, a quien se relaciona con el controvertido recuento electoral de las elecciones de 1988, en las que Cárdenas salió derrotado frente a Carlos Salinas de Gortari.

Figuras como las de Camacho Solís "no se identifican con los principios del PRD por los que hemos luchado por años" y "no tienen autoridad moral para estar en los cargos que ocupan, por su pasado contrario a los principios que ahora dicen defender".

Sobre la falta de críticas en el seno del PRD hacia la gestión de López Obrador tras el 2 de julio, afirma que los principales dirigentes "no se atreven a levantar la voz, pero muchos lo van a hacer en poco tiempo" y augura que "las condiciones del país y del partido obligarán a hablar a mucha gente hasta ahora callada".

El asalto al PRD

Raymundo Riva Palacio
El Universal
18 de septiembre de 2006


El Frente Amplio Progresista y la Convención Nacional Democrática son dos pasos para marginar definitivamente al partido del sol azteca.

Finalmente se consumó. Andrés Manuel López Obrador fue declarado este sábado por una asamblea popular "presidente legítimo", que aprobó, además, que nombre a un gabinete alterno y "asuma" su cargo el 20 de noviembre, aniversario de la Revolución Mexicana. La fotografía del momento es una presidencia virtual electa por un microcosmos del electorado, sin representación legal ni formal, lo que parece una mala broma del jefe máximo de la resistencia que lo pudiera convertir en personaje de tira cómica. Pero si se observa el momento como parte de una película, incorporar al acto la fundación el viernes de un Frente Amplio Progresista, lo que queda es un intento serio de canalizar a millones de personas fuera del PRD que votaron por López Obrador el 2 de julio, a una fórmula política que le permita ser viable hasta el 2012.

Quitando la tolvanera de la Convención Nacional Democrática, lo que se concretó fue el objetivo ulterior de López Obrador y de su nuevo equipo de científicos: crear un partido por encima del PRD, pero que absorba la estructura del PRD. La máxima es la misma por la que López Obrador creó sus redes ciudadanas, asumiendo que el voto duro de la izquierda jamás le daría los votos suficientes para contender por la Presidencia, por lo que necesitaba convencer a electores independientes o que venían de otros partidos y sumarlos a lo existente. El PRD fue para López Obrador un mal necesario durante la campaña, y le impuso una estructura paralela, financiera, organizativa y electoral.

Manuel Camacho, el ideólogo visible de esta nueva apuesta, lo dijo claramente en una entrevista publicada en EL UNIVERSAL el viernes pasado: "Sin el PRD no se hubieran logrado los resultados de 2006. Pero también sin la presencia de López Obrador, el PRD tendría su 18%. Si alcanzó el 35% es porque a la candidatura de Andrés Manuel se sumaron otras fuerzas de izquierda, de centro, moderados, radicales. Si no, no hubiera crecido tanto". En lenguaje llano, Camacho aseguró que el jefe máximo le dio al PRD poco más de 7 millones de votos en la elección, lo cual, ciertamente, es admitido dentro del propio partido. En ese sentido, explicó que el Frente Amplio Progresista no puede limitarse a la izquierda, pues sola "difícilmente va a ganar elecciones nacionales".

Este frente tiene una inspiración netamente latinoamericana, y tanto en Chile como en Uruguay se han dado experiencias de éxito. En ambos países fue una convergencia (uruguaya) y un frente amplio (chileno) las fuerzas que aglutinaron a los partidos y grupos de oposición a las dictaduras. No fue una oposición aglutinada en torno a lo ideológico, como en el caso mexicano lo está planteando Camacho al afirmar que los únicos polos que existen tras el 2 de julio son "el progresista y la derecha", sino conformada con una visión pragmática y estratégica. No se puede olvidar en este contexto que tanto en Chile como en Uruguay fueron figuras provenientes de la derecha, negociadas plenamente con la izquierda, las que asumieron los primeros años el poder tras los regímenes militares, por haber sido la forma gradual del cambio de sistema hacia la democracia. Tampoco se puede soslayar el hecho de que aunque paulatinamente fueron llegando al poder gobiernos de izquierda en esas naciones, en ningún momento se planteó la destrucción de las instituciones o la fundación de una nueva República a partir de una visión programáticamete antagónica, como la que ha planteado López Obrador.

Teóricamente puede haber una confusión en la cabeza de López Obrador y una manipulación de sus nuevos ideólogos. Pero en la práctica comparten plenamente la idea lopezobradorista sobre el PRD. Para caminar más lejos, el PRD es como un transbordador espacial que es utilizado de manera intensa hasta que se vuelve un pedazo de fierro desechable. Al volcarse aparentemente en respaldo del Frente Amplio Progresista, el PRD puede ir experimentando su fin, no como partido, sino como un instituto que pueda llegar a tener, realmente, un presidente de la República.

Si por definición, como planteó Camacho, la izquierda difícilmente va a ganar elecciones nacionales, ¿quién sí puede ganar? López Obrador en primera instancia y luego "progresistas" como, quizás, el propio Camacho o su eternamente protegido Marcelo Ebrard, quien el 5 de diciembre próximo asume como jefe de Gobierno del Distrito Federal. La izquierda histórica se irá al museo, y la moderna que se puede ir configurando en México, asumirá, dentro de esta lógica, el simple papel de herramienta electoral. El aparato es lo que cuenta, pero no necesariamente su programa, su ideología o su estrategia.

No fue casual que en las vísperas de la Convención Nacional Democrática los anticuerpos dentro del PRD comenzaran a moverse para frenar los actos de López Obrador. El Consejo Político del partido llegó a recomendar públicamente que no se proclamara "presidente legítimo" porque podía caer en el ridículo, a lo cual no les hizo ningún caso. Después de todo, el remedo de convención que así lo nombró era a modo, lo que dibuja el preámbulo de lo que viene para el PRD. Los gobernadores perredistas de Zacatecas, Amalia García; de Baja California Sur, Narciso Agúndez; de Guerrero, Zeferino Torreblanca, y de Michoacán, Lázaro Cárdenas, publicaron un desplegado en la prensa donde subrayaron que tienen un mandato constitucional que va más allá de las siglas partidarias y que sus entidades formaban parte de un pacto federal. Pero tampoco les hizo caso. López Obrador hizo que sus delegados votaran no reconocer como presidente a Felipe Calderón, obligó a firmar a los legisladores del PRD una carta en ese sentido, y ha venido presionando a los gobernadores y presidentes municipales del partido para que suscriban un documento similar. El propio fundador del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, en una carta a la escritora Elena Poniatowska, alertó que en el círculo de colaboradores cercanos al jefe máximo se encuentran varios de los que instrumentaron el fraude electoral en 1988 para que Carlos Salinas fuera ungido como presidente y trabajaron para su reelección, y cuyo proyecto actual ni está identificado con los principios y luchas del PRD, ni de manera más amplia con aquellos de la izquierda mexicana.

El desplazamiento del PRD fue gradual pero sistemático a lo largo de la campaña presidencial, y su destino como partido en busca del poder se lo quieren ajustar con el Frente Amplio Progresista, donde no será actor central. Es un nuevo PRI que tiene en ciernes un "grupo compacto" como el que Camacho ayudó a crear para llevar al poder a Salinas, pero ahora para intentarlo con López Obrador dentro de seis años. La pregunta es si a los del PRD, al entender de lo que realmente trata la iniciativa que les obligaron a suscribir, lo permiten.

rriva@eluniversal.com.mx
r_rivapalacio@yahoo.com

El País de la Fantasía

Integra AMLO 'gobierno'


Se nombra Presidente; señala el tabasqueño que tendrá gabinete y 'tomará posesión' el 20 de noviembre

"Ciudad de México (17 septiembre 2006).- Andrés Manuel López Obrador anunció ayer la creación de lo que llamó un "gobierno" en el que ocupará el cargo de "Presidente legítimo de México".El anuncio fue realizado durante la llamada Convención Nacional Democrática, que -a mano alzada- lo designó el "legítimo Presidente" y como tal tendrá derecho a integrar un "gabinete" y hasta conseguir financiamiento, pero en ningún momento se precisó cómo..."

Fragmento de la nota de Claudia Guerrero y Emiliano Ruiz
Grupo Reforma

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Me da pena, ¿cómo le cuento estas cosas a mis amigos en el extranjero?

"Se autonombra Presidente legítimo" le digo a Punky Hot Tamales sobre las noticias que estoy leyendo online mientras conversamos en el messenger.

"¿Pero es el otro?" conociendo el triunfo de Calderón. Un par de horas antes le había platicado tres episodios representativos de la vida pública de Andrés López; nada sobre los pozos petroleros, nada sobre la deuda del DF, nada sobre la deslealtad hacia Cárdenas, el ingeniero Cárdenas; nada sobre sus dudosas lealtades hacia el interior de su partido. Solamente episodios en sus conferencias de prensa matutinas.

También ella, que vivió en el país cuando MALO se postuló para Alcalde de la Ciudad de México, comentó "¿Pero no era el que todos querían mucho? Aunque si sé que mi familia allá votaron por él para Alcalde pero en las elecciones de Presidente votaron por el otro (Calderón)".

A las personas mexicanas que viven en el extranjero (con becas otorgadas por supuesto, por el gobierno inútil y facista de Fox) les preguntaría ¿no les da vergüenza lo que está haciendo este lunático con la imagen del País? A lo que seguramente contestarán "es mayor la afrenta del fraude... yada yada yada"

Cuando charlo con Tiny Ant solamente ríe a carcajadas (kkkkk), siento dentro de mi unas ganas gigantes de hacer lo mismo. Pensaría que ríe porque no le interesa la política, pero a pesar de su juventud conoce la manera de hacer política en su propio país (que es mucho más complicada que nuestra puberta democracia) y si ríe cuando leé las noticias de la "última de Lopitoz" es porque es algo que debe dar risa.
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Hagamos un ejercicio mental sobre un país imaginario:
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Usted oiga una noticia de un país en otro continente, es un país vecino de una gran potencia, un país que usted reconoce en su bajage cultural como un país moderno, económica e industrialmente rezagado, pero socialmente desenvuelto, con ciudades cosmopolitas.
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En este país, que en apariencia pertenece a nuestra realidad plana, a esta dimensión vamos, a este mismo universo, de repente sucede que el candidato que quedó en segundo lugar en unas elecciones apretadas desconoce a todas las instituciones del país, y agrediendo flagrantemente al concepto universal de "democracia", se autoerige Presidente desconociendo a todas las instituciones.
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Y lo que es peor y le da caracter de Farsa Teatral, con el apoyo de 1 millón de habitantes alzando la mano en una plaza pública, 1 millón de habitantes que representan el 1 % de la población de dicho país. Dice, asegura su vocero (con un pasado criminal oscuro) que aunque 1 millón en la plaza, representan la voluntad de 15 millones que votaron por él.
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Bien, los que votaron por él son el 15% de este País. Siendo buenos y suponiendo que todos los que se abstuvieron de votar que son como otros 20 millones, TODOS le estén apoyando. Todos estas personas representan un 35% del total de población del país.
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¿Dónde queda la voluntad del otro 65%? ¿Por qué el voto de los que no apoyan a este hombre se convirtió en papel de baño usado? ¿Qué caso tuvo para alguna ciudadana que escribe un blog, levantarse temprano y organizar una salida familiar para después de ir a votar ese 2 de Julio pasado?
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¿Es esto ser demócrata? ¿Es esto ser de izquierda? ¿Es esto lo que hace un partido de nombre Revolución Democrática?
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Todo se va a la mierda para el 65%
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"Ya sólo falta Tatoo que reciba a los turistas mientras canta 'el aviooooón', ¿no?" bromea Punky, yo siento tristeza por lo que pasa en este círco llamado política mexicana, pero respondo "JAJAJAJA".
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México, DF, 13 de septiembre de 2006

Elena:

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En la edición del diario La Jornada (página 8) del 10 de septiembre aparece una nota encabezada “Marcos y Cárdenas no apoyaron a AMLO por envidia”, en la cual se te atribuye, entrecomillada, la siguiente expresión: “Si estos tres personajes [en el texto de la nota se agrega a Patricia Mercado] se hubieran sumado, si no se hubieran echado para atrás, no habría la menor duda del triunfo de López Obrador, pero no lo hicieron por envidia”.
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No me corresponde hablar de las razones de Patricia Mercado ni del subcomandante Marcos para haber adoptado las posiciones que adoptaron frente al proceso electoral reciente, pero puedo asegurarte que no fue la envidia lo que los motivó a actuar como lo hicieron, sino que, entre otras cosas, sólo ejercieron su derecho a pensar diferente.
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En lo que a mí respecta, tu talento y trayectoria me obligan a darte una respuesta, obligadamente larga, de por qué no participé en la campaña de la coalición Por el Bien de Todos ni participo en la Convención Nacional Democrática, que empieza por decirte que la envidia no ha tenido lugar hasta ahora en mi conducta, ni pública ni privada, y que nunca me he echado para atrás frente a los compromisos que he asumido a lo largo de una ya larga vida.
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Con Andrés Manuel he compartido por años propósitos y episodios importantes de la lucha por la democracia en nuestro país. Nunca exigimos incondicionalidad ni subordinación en nuestra relación. El trato en los muchos encuentros de los dos, puedo decirte, ha sido cordial y respetuoso.
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Mis desacuerdos o desencuentros con él no son de carácter personal. Las diferencias que existen entre ambos son relativas a las formas de hacer y entender la política y sobre algunos aspectos programáticos, acentuadas, ciertamente, cuando se trata como hoy de los destinos del país y a partir de que se iniciara el proceso que debía conducir a la pasada elección del 2 de julio y respecto al cual ambos definimos con anticipación y públicamente nuestras posiciones frente al país y a la ciudadanía, él a través de sus “20 puntos”, sus “50 puntos” y del libro Un proyecto alternativo de nación, yo mediante la publicación de Un México para todos, de autoría colectiva. Aun con esas diferencias, mi voto fue por todos los candidatos de la Coalición, como en su momento lo hice público.
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Una de las discrepancias que resaltaría de esas publicaciones es con relación al juicio que hace, sin mencionar nombres, de la digna y firme defensa del principio de no intervención y de la paz que hizo Adolfo Aguilar Zinser como miembro del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
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Al respecto, Andrés Manuel escribió: “Después del triunfo de Vicente Fox, nuestra política exterior se ha conducido con desmesura. El resultado más notorio ha sido la afanosa intervención en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en la práctica sólo vino a complicar aún más nuestra situación internacional”, lo que me lleva necesariamente a preguntar si la política exterior de México debe plegarse incondicionalmente a la de Estados Unidos con el fin de no complicarse y olvidarse entonces de la defensa de los principios, de tomar decisiones soberanas en función de los intereses del país y de la dignidad misma de la nación, que gobierno y ciudadanos estamos obligados a respetar y a hacer valer.
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Se dice también en ese proyecto: “Los sueños de ver a México como gran protagonista en el concierto de las naciones son sólo eso: espejismos protagónicos para alimentar ambiciones personales que nada tienen que ver con el país real”, lo que me lleva a pensar que se quieren desconocer los logros de la política exterior mexicana como, entre otros, la aprobación por amplísima mayoría de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, el reconocimiento del derecho de los Estados a su mar patrimonial o la participación en el Grupo Contadora para lograr la pacificación de Centroamérica, que implicaron el despliegue de una gran actividad —y si se quiere llamar protagonismo— de la diplomacia mexicana.
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Encuentro como una grave omisión de un candidato presidencial no tomar posiciones claras y públicas respecto a cuestiones importantes, tanto del momento como con consecuencias hacia adelante.
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Puedo citarte los casos siguientes respecto a los cuales Andrés Manuel no se pronuncia todavía y que quienes consideramos prioritaria la lucha por el rescate y ejercicio pleno de la soberanía y por la cabal vigencia de un Estado de Derecho estimamos fundamentales: no ha habido una toma de posición en relación a los contratos de servicios múltiples de Petróleos Mexicanos; tampoco respecto a la ilegal prisión y la extradición hace unas cuantas semanas de seis ciudadanos vascos.
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Sobre la iniciativa Sensenbrenner, que de llevarse a la práctica vulnerará los derechos de miles o millones de mexicanos en exilio forzado en Estados Unidos; la mayor y excesiva militarización de la frontera común del lado norteamericano, que constituye, sin lugar a dudas, un acto inamistoso hacia México; la iniciativa del Área de libre comercio de las Américas del presidente Bush y la propuesta alternativa de promover un acuerdo continental de desarrollo.
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La iniciativa de ley de sociedades de convivencia, bloqueada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en los primeros tiempos de su gestión; la falta de tacto y de oficio diplomático en las relaciones del gobierno mexicano con los gobiernos y Jefes de Estado de Cuba, Venezuela, Argentina y Bolivia.
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Reconocerás que en el círculo de colaboradores cercanos de Andrés Manuel se encuentran algunos de los que instrumentaron el fraude electoral y la imposición en 1988 desde el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional, la Cámara de Diputados y la Comisión Federal Electoral, que impuso la banda presidencial a Carlos Salinas el 1 de diciembre de 1988.
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Además, el que instrumentó la privatización del Canal 13 de la televisión; el que ha declarado que el proyecto económico de Andrés Manuel es el mismo que el de Carlos Salinas; el que pretendió promover la reelección de éste. Pero a ninguno, que se sepa, ha pedido Andrés Manuel explicación sobre su cambio de piel política y ninguno la ha dado públicamente.
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Este mismo grupo es el que ahora, con algunas adiciones, acompaña a Andrés Manuel en sus nuevos proyectos y el de quienes podría pensarse que formarían parte de su gobierno, que no sería por sus antecedentes y falta de deslindes, un gobierno identificado con los principios y las luchas del PRD y de manera más amplia con aquellos de la izquierda mexicana.
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Sólo para argumentar sobre uno de los casos: de seguirse la política económica del salinato, se proseguiría con la enajenación del patrimonio estratégico de la nación y con el desmantelamiento de la planta productiva, se pondría en práctica una política entreguista en lo económico y de subordinación en lo político, se profundizaría el desastre productivo y social del campo mexicano, se mantendría acrecentado el flujo migratorio masivo hacia Estados Unidos y se haría cada vez más agudo el proceso de concentración de la riqueza en pocas manos.
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Por otra parte, no se podrá decir que no manifesté oportuna y públicamente mi desacuerdo con la postulación por parte de la coalición Por el Bien de Todos, de la que el Partido de la Revolución Democrática fue el eje, de candidatos con posiciones públicas contrarias a los principios del PRD, que nunca se deslindaron de sus pasados políticos ni han explicado las razones de su traslado al PRD o cómo concilian un pasado antagónico con los principios del PRD al haber aceptado una candidatura de éste, que no los representa por sus trayectorias y posiciones políticas públicas.
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Ahí están, como muestra, algunos que fueron candidatos y otros que ya son legisladores en funciones. En este caso, voces como la mía y las de muchos otros que sólo demandaban congruencia, fueron simplemente ignoradas.
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En los últimos días de mayo hice público un documento a través del diario La Jornada denominado “Viendo hacia adelante: un camino democrático y progresista para México”, en el cual planteaba algunas cuestiones que me parece fundamental que se lleven a la práctica en el próximo sexenio, que pudieran ser consideradas por los candidatos entonces en campaña.
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No merecieron la mínima observación, ni en sentido negativo ni en positivo, por parte del candidato de la coalición y la misma actitud de ignorar críticas, discrepancias e incluso planteamientos coincidentes con su línea política recibieron muchos de aquellos que por largo tiempo han militado en el campo progresista.
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Digo en ese documento —y te lo reitero ahora— que al no haberse dado relevancia a la presentación y discusión de propuestas y compromisos por parte de los candidatos a lo largo de los meses de campaña, se hace necesario insistir en pensar y discutir el país que queremos, por encima de todo y antes que nada, así como en cambiar radicalmente la forma de hacer política, subordinándola a un proyecto de país y no a la simple ambición de poder o a la toma coyuntural de decisiones.
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Entre las cuestiones básicas que no se discutieron en el ir y venir de las campañas estuvo la continuidad de la reforma electoral, que después del 2 de julio y ante los serios cuestionamientos que se han venido haciendo a la calidad del proceso electoral se ve aún más urgente, ya que a pesar de los muchos cambios que ha sufrido la legislación correspondiente, continúa inconclusa.
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La gente reclama reducir y transparentar los gastos de las campañas; reclama que se llame a las cosas por su nombre, empezando porque las supuestas precampañas se reconozcan como campañas en la ley y en los cómputos de gastos y tiempos electorales; reclama abrir la posibilidad de candidaturas ciudadanas que no tengan que pasar necesariamente por la aprobación y gestión de los partidos políticos.
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Además, facilitar el registro de nuevos partidos políticos, sin que el registro represente acceso automático a la asignación de dineros públicos; restituir en la ley la figura de las candidaturas comunes; reunir en no más de dos momentos dentro de un sexenio, los procesos electorales federales, estatales y municipales; y establecer las dos vueltas en las elecciones, tanto presidenciales como legislativas.
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En materia de reforma electoral, la medida más efectiva, aquella donde se encuentra la principal respuesta a las exigencias populares, la reforma más de fondo es hacer equitativos los tiempos en los que partidos y candidatos tengan acceso a los medios electrónicos de comunicación, así como acotar los periodos en los que pueda hacerse propaganda dirigida al público, prohibiéndose a partidos, candidatos y particulares comprar tiempos en los medios electrónicos —televisión y radio comerciales— y que éstos sean asignados por la autoridad electoral de manera equitativa.
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Lo anterior para que no sea el gasto mayor o menor en la compra de tiempos lo que determine la mayor o menor presencia de las alternativas electorales que se ofrezcan a la ciudadanía al través de esos medios. Así se tendrían campañas equitativas y se lograría una reducción sustancial de los tiempos y las erogaciones públicas —y en su caso privadas— en las campañas electorales.
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Por otro lado, y también en relación con la cuestión electoral, debe legislarse para prohibir que en la publicidad que se hacen las dependencias oficiales al través de los medios de información —televisión, radio, prensa escrita— aparezcan imágenes y nombres de funcionarios, que si bien pudieron haber participado en la promoción o ejecución de algún programa o proyecto público, no hicieron sino cumplir con su obligación y en su caso, con un mandato ciudadano, pues fue irritante y ofensivo en las precampañas, como creo te consta, ver cómo candidatos o precandidatos de los tres partidos de mayor presencia nacional, despilfarraron a lo largo del sexenio y hasta que dejaron sus cargos, dineros públicos para su personal promoción político-electoral.
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Es necesario comprometerse con reformar la reciente y vergonzosamente aprobada Ley de Radio y Televisión, recuperando para el Ejecutivo la capacidad de normar la operación de los medios de información electrónicos con sentido de servicio público y de equidad, abriendo las posibilidades, a partir de los avances tecnológicos en la materia, de otorgar nuevas concesiones a instituciones de educación superior, gobiernos estatales y municipales, organizaciones culturales y comunitarias y sociedades comerciales sin vínculos con los medios ya en operación.
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Es ya oportuno también convocar a la revisión, con sentido y procedimientos democráticos, de las bases y los términos de nuestro pacto federal.
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De esa revisión habrá de surgir la nueva Constitución que contenga la estructura y competencias de la Federación, los estados, los municipios y de los tres poderes de la Unión, que considere los derechos ya ganados por los mexicanos, sus nuevos derechos y los procedimientos para que el ciudadano o las colectividades hagan exigible su ejercicio frente al Estado.
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Una que esté concebida visualizando la presencia de nuestro país en el mundo globalizado, que establezca los cauces para el tránsito de una democracia representativa plena, aún por alcanzarse, a una democracia de amplia participación social, así como los mecanismos de consulta ciudadana, iniciativa popular y de revocación de los mandatos, entre otras cuestiones.
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Lo que hasta aquí te he expuesto son algunas de las razones que a mi juicio determinaron el número de votos que obtuvo Andrés Manuel el 2 de julio. Por estas mismas razones no creo, contra lo que tú has declarado, que mi ausencia de los actos públicos de la campaña haya provocado una dramática disminución de las preferencias electorales a favor de la coalición. Seguir argumentando más sobre estas cuestiones, sería entrar a un terreno estéril de especulaciones.
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Yendo a otros temas, me preocupa profundamente la intolerancia y satanización, la actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas y cuestionamos sus puntos de vista y sus decisiones, pues con ello se contradicen principios fundamentales de la democracia, como son el respeto a las opiniones de los demás y la disposición al diálogo.
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Me preocupa, asimismo, que esas actitudes se estén dando dentro del PRD y en sus cuadros dirigentes, pues se inhibe el análisis y la discusión de ideas, propuestas y alternativas entre compañeros, más allá de que esa cerrazón se extiende también a lo que pueda llegar de afuera del partido; que la conducción política y las decisiones tomadas después del 2 de julio, como el bloqueo de Madero, Juárez y el Paseo de la Reforma —excluyo la ocupación de la plancha del Zócalo— se estén traduciendo en pérdidas y desgaste del movimiento democrático en lo general y del PRD en lo particular.
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Me preocupan los cambios contradictorios de línea política: a un medio de información norteamericano Andrés Manuel le declaró no ser de izquierda, cuando había declarado serlo a lo largo de precampaña y campaña. Por otro lado, el 10 de agosto pasado se publicó en La Jornada una entrevista que hiciste a Andrés Manuel en la que preguntaste: “Si llegaras a la Presidencia, ¿tendrías que moderarte?”.
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A lo que respondió: “Si, la institución te lo exige, yo lo haría. Es más, durante la campaña y hasta ahora no he dicho cosas que pienso sobre mi país, porque me he autolimitado, porque mi rol es hasta ahora uno.Una vez que se resuelva este asunto [el conflicto poselectoral], ya veremos.
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Pero muchas cosas me las guardé porque uno tiene que actuar de una manera cuando es candidato y, desde luego, actuar de otra manera cuando se es Presidente, y de otra manera como dirigente de resistencia social. Pero en cualquier circunstancia uno tiene que mantener sus principios. Es nada más un asunto de matices, de moderación”.
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¿Por qué entonces guardarse de fijar posiciones y hacer propuestas, cuando era precisamente en su calidad de candidato a la Presidencia cuando se tenían que hacer definiciones que atrajeran con lealtad y orientaran con rectitud el voto de la ciudadanía? ¿No es principio básico de un comportamiento leal y democrático actuar con transparencia y hablar con la verdad? ¿Cómo lo explicas tú?
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En reciente documento suscrito por Andrés Manuel se plantea que la convención que él ha convocado para celebrarse el 16 de septiembre “decida si el órgano de gobierno y quien lo represente, se instale y tome posesión formalmente el 20 de noviembre o el primero de diciembre de 2006”.
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Aquí me surge la siguiente pregunta: si se considera que el gobierno actual ha quebrantado ya el orden constitucional ¿para qué esperar al 20 de noviembre o al 1 de diciembre, por qué no empezar por desconocer a la administración en funciones, como sucedió cuando el movimiento constitucionalista encabezado por el Primer Jefe Venustiano Carranza desconoció al gobierno usurpador de Huerta, a los poderes Legislativo y Judicial y a los gobiernos estatales que no acataran el Plan de Guadalupe?
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No pienso que así deba procederse. Hacerlo sería un craso error, de altísimo costo para el PRD y para el movimiento democrático en su conjunto. Por el contrario, estoy de acuerdo con la sensatez y sabiduría de Luis Villoro, que en un artículo reciente dice que la discusión de un proyecto nuevo de nación requiere de tiempo para su debate y no puede aprobarse en un acto declaratorio en el Zócalo, al calor de un discurso, pues haría falta por lo menos la consulta y la anuencia de delegados de toda la República.
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Es decir, agrego yo, de un amplio proceso de análisis y discusión, que en función de un proyecto de nación construido colectivamente en la pluralidad y mediante procedimientos democráticos, desemboque en la elaboración de una nueva norma constitucional.
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Villoro expresa también que “muchos no podemos estar de acuerdo con nombrar un nuevo presidente en rebeldía. Esto rompería, aunque sólo fuera simbólicamente, el orden constitucional. Para sostener una amplia y permanente oposición lo que menos necesitamos son actos provocadores.
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Lo que sí es necesario, pienso yo con muchos conciudadanos, es caminar hacia la paulatina realización de un nuevo proyecto de nación para el porvenir cercano… Un proyecto de oposición podría seguir ciertas ideas regulativas: una nueva ley electoral; una nueva legislación sobre los derechos de los pueblos indígenas; resistencia contra la privatización de los recursos naturales; lucha contra la corrupción; ampliación de la educación en todos sus niveles; lucha para disminuir radicalmente la desigualdades económicas y sociales. Una izquierda nueva podría aglutinarse, sin perder diferencias, en las líneas de un proyecto semejante”.
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Como ves, con esta larga carta lo que hago es defender el derecho a disentir, a pensar diferente, a pensar que cuando se ha impedido ha conducido a dictaduras, opresión, represión, sectarismos e intolerancia, que estoy cierto, ni tú ni yo queremos ver en nuestro país.
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Muy atentamente
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Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
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