Alucinaciones postelectorales

Bertrand de la Grange
La Crónica de Hoy

Viernes 28 de Julio de 2006

Hora de publicación: 02:40

Desde el 3 de julio, no doy crédito a lo que leo en los periódicos, oigo en la radio o veo en la televisión. Un sector de la izquierda, encabezado por ex priistas, y varios de sus intelectuales orgánicos parecen haber perdido la cordura en su afán por llegar al poder a costa de las instituciones democráticas e insultando a la inteligencia de los ciudadanos. Alucino cuando veo a Elena Poniatowska "tomándose" las instalaciones de Banamex (ya no se disfraza de zapatista encapuchada, con todo y fusil de caza). Me asombran los comentarios despectivos de Carlos Monsiváis sobre Patricia Mercado, a quien niega el derecho a la existencia política sólo porque le hizo sombra al "candidato de los pobres", que finalmente no lo era tanto, según revelan los análisis de distribución del voto. No he visto, en cambio, ninguna condena firme de esos intelectuales a la integración en las filas del PRD de varios ex priistas que hicieron carrera al servicio de la "dictadura perfecta" (los Manuel Camacho, los Arturo Núñez o los José Guadarrama) y que se han convertido milagrosamente en adalides de la democracia. Sin embargo, esos disparates no son nada en comparación con lo que llegaría después, cuando quedó claro que el objetivo de Andrés Manuel López Obrador no es "limpiar" la elección, sino anularla y negociar la designación de un presidente interino a su medida.

Todo empezó como un rumor, convenientemente reproducido por algunos columnistas. Ahora sabemos que el candidato de López Obrador, en el caso de que el Tribunal Electoral no le regalara una estancia de seis años en Palacio Nacional, es el ambicioso y siempre ambiguo rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente. Lo ha dicho el tabasqueño Arturo Núñez, que ha dado el salto del PRI al PRD para conseguir un escaño de senador. En una demostración de cinismo poco común, el paisano de López Obrador ha declarado a la revista Proceso que "uno no puede dejar de asumir que una consecuencia posible del recuento total podría ser la anulación." Y, si esto ocurriese, el Congreso tendría que designar a un presidente interino, tal y como lo hizo en 1911 (y de nuevo en 1928, a raíz del asesinato de Álvaro Obregón), cuando el país estaba en un proceso revolucionario. Algunos ideólogos del PRD aseguran que México vive hoy una situación excepcional y potencialmente explosiva que se debe aprovechar para realizar una profunda reforma del Estado, un "cambio de régimen", y pasar de un sistema presidencial a un régimen semiparlamentario, donde el gobierno se forme a partir de una mayoría en el Congreso. Detrás de estas elucubraciones se esconde la obsesión del candidato de la izquierda por llegar al poder a cómo dé lugar. De haber ganado el 2 de julio, De la Fuente habría sido su secretario de Gobernación; con la nueva estrategia, sería el presidente interino encargado de preparar en dieciocho meses una nueva elección (¿de Estado?) y el triunfo del tabasqueño.

Todo eso suena a fantasía, pero sus promotores dan señales de que se lo están tomando en serio. Saben que es muy poco probable que el Tribunal revierta los resultados del IFE y declare vencedor a López Obrador. Las manifestaciones gigantescas en el Zócalo y las presiones políticas podrían, en cambio, impresionar a los magistrados y llevarles a anular la elección presidencial. Si el tabasqueño logró crear un escándalo mayúsculo a partir de pruebas falsas, como la famosa urna "taqueada" en Salamanca, ya nos podemos imaginar lo que montará cuando el recuento, parcial o total, del Tribunal descubra miles de inconsistencias o de errores de cálculo en las actas. Esos errores y, quizá, algunos casos aislados de fraude, no afectarían al resultado final, porque se repartirían entre ambos candidatos en la misma proporción. Sin embargo, sería el argumento buscado por López Obrador para confirmar que la elección fue un "cochinero" y pedir su anulación. Dudo que lo logre, pero no me sorprendería que lo intentara.

Lo más sorprendente es que un viejo zorro de la política como Arturo Núñez pueda pensar que el rector de la UNAM recibiría el apoyo mayoritario del Congreso para llegar a la presidencia interina. El PAN y el ala cardenista del PRD no votarían por él.. En cambio, Cuauhtémoc Cárdenas sería el candidato "natural", pero es la peor opción para López Obrador, que se ha dedicado en los últimos años a anular políticamente al michoacano. Se comenta que Cárdenas no estaría interesado. Es posible, pero se decía lo mismo de Charles de Gaulle, quien se había puesto "en reserva de la República" poco después de la Segunda Guerra mundial, hasta que lo llamaron, en 1958, para sacar a Francia de una profunda crisis política.

Mientras la grilla y la política ficción se dan la mano al barajar escenarios rocambolescos, que incluyen la "mediación de la Iglesia", López Obrador se invita a los noticieros, donde divaga en interminables monólogos sobre la "resistencia pacífica" y asegura que él es "presidente de México por voluntad de la mayoría". Después de una breve ausencia de la televisión, López Obrador ha reaparecido y se le ve de nuevo más que a Felipe Calderón. Digo "de nuevo" porque el IFE acaba de publicar el balance final de la propaganda electoral de los partidos entre el 19 de enero al 28 de junio, y López Obrador aparece como el candidato con mayor presencia en la pantalla chica, muchísimo más que sus contrincantes. Esto desmiente las afirmaciones de algunos sesudos analistas que publican sus comentarios en medios extranjeros, donde han asegurado que Calderón había copado los anuncios televisivos y que el proceso electoral del 2 de julio había sido "el más lodoso de la historia de México".

No se le puede negar al candidato de la izquierda su capacidad para movilizar a millones de personas. La manifestación de este próximo domingo será sin duda un éxito. Sin embargo, López Obrador se está transformando en su principal enemigo y, cuanto más se le ve o se le oye, peor imagen ofrece. Sus amagos y su arrogancia sólo gustan a los sectores radicales, pero asustan a los moderados que han votado por él y que irán alejándose poco a poco. La decisión del Tribunal Electoral será clave para tranquilizar las aguas o, al contrario, para complicar aún más el panorama si los magistrados dieran la impresión de ceder a las presiones políticas. El interinato, la mediación de la Iglesia o cualquier otra forma de negociación de los votos serían un retroceso de nefastas consecuencias para la transición democrática. El veneno se inoculó en el momento en que se puso en duda la imparcialidad del IFE. Lo explica muy bien el ex presidente de ese organismo, José Woldenberg, cuando dice: "Lo que sí me preocupa es que se está inyectando en la sociedad la idea de que el fraude electoral es posible". Es sin duda lo más grave en la crisis actual, porque las instituciones democráticas no pueden funcionar en un clima de desconfianza.

bdgmr@yahoo.com

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