Entrevista de AMLO con López Dóriga

2 Comments:

  1. Anónimo said...
    El encuentro de dos mundos. A López Doriga nadie se lo marea, cada que hace unapregunta el entrevistado DEBE contestarla, el señor periodista es muy insistente y nadie consigue enredarlo a tal grado que se le olvide lo que en verdad preguntó. Siempre dice luego de minutos varios de entrevistas "Bueno, volviendo a lo que te pregunté".
    Por otro lado, Andrés López es un maestro para evadir preguntas, nunca contesta lo que se le pregunta o lo hace de tal manera que parezca que contesta pero en realidad no lo hace.

    LOS DOS SE REUNEN EN ESTA ENTREVISA.

    A ver de que cueros salen más correas, mi balance fue... López Dóriga 582 - MALO 0 (cero)

    Y eso que en el sitio Sendero del Peje todos alaban las habilidosas maneras de MALO de contestar... por Dios, ¿así o más enajenados?
    Anónimo said...
    Por supuesto que el peje no es un hombre de izquierda.
    Es sólo un priísta (de los malos) que se quedó sin hueso en el PRI.
    Y ahora, quiere apoderarse del PRD.


    Itinerario Político
    Ricardo Alemán
    29 de junio de 2006
    El Universal

    En 88-89, la izquierda partidista pareció encontrar el rumbo en la lucha político-electoral

    Buena parte de la generación de mexicanos nacidos en la segunda mitad de los años 50 del siglo pasado -que hoy somos cincuentones- nos educamos en la cultura popular; en las calles polvorientas y los mercados insalubres, por donde pasaban, de boca en boca, las ideas de la izquierda. La escuela pública reforzó, en muchos de esa generación, la convicción de la izquierda, hasta llevar a algunos a un paso, sólo un paso, de la aventura guerrillera.

    Muchos seguimos de cerca la evolución partidista de esa izquierda dogmática, desde el PC, pasando por el PSUM, el PMT, además de otras formaciones. Entre 1988 y 1989, luego de encuentros fallidos de esa izquierda, y de un desprendimiento del PRI nacionalista y revolucionario, la izquierda partidista pareció encontrar el rumbo en la lucha político electoral. Nació entonces el PRD, la representación partidista de la izquierda que no sin intentos de aplastamiento -precisamente del gobierno de Salinas-, se convirtió en alternativa electoral.

    Pero en su corta vida -de 1989 a 2006-, y desde su nacimiento, esa izquierda partidista que se comprometió con el espíritu democrático -al grado de incluirlo como parte de sus siglas- convirtió su rica herencia en lastre que lanzó por la borda, hasta convertirse en una grotesca y desfigurada copia del PRI. El PRD de 2006, eso que nos pretenden vender a los electores como la izquierda, enfrentó durante años una crisis ideológica y de identidad, hasta que, en la actual contienda presidencial, se confirmó como la restauración del PRI. O si se quiere, el triunfo colonizador del PRI. Y eso se explica si entendemos que la izquierda mexicana era una minoría que, sin el aliento y el alimento priísta, no habría llegado a donde hoy se encuentra.

    Por eso algunos, acaso unos cuantos, de quienes nos educamos en la izquierda de los principios, la congruencia y la identidad ideológica, hoy no podemos votar por el PRD convertido en la restauración del PRI, y menos por sus candidatos a casi todos los puestos de elección popular, empezando por AMLO, que no son más que una impostura de izquierda.

    Por congruencia no podemos votar por López Obrador, un político y candidato que nada tiene de izquierda, que traicionó principios, doctrina y espíritu fundacional del PRD, que secuestró al partido con los métodos más antidemocráticos, que lo convirtió en la nueva sucursal del PRI de Salinas y de Zedillo, que impuso desde su poder absoluto, como jefe de Gobierno y de facción, a la dirigencia del partido y a sus candidatos a casi todos los puestos de elección popular, que encumbró a Manuel Camacho, Marcelo Ebrard y Socorro Díaz, entre otros, de los responsables del fraude patriótico de 1988 y la persecución del PRD; que impuso a los Leonel Cota, José Guadarrama, Javier Berganza y muchos otros cuestionables ex priístas, y que gustoso recibió en su campaña a lo más corrupto del sindicalismo corporativo del PRI.

    Por vergüenza no podemos votar por AMLO, quien se hizo candidato al GDF mediante artes ilegales y mentirosas, que como jefe de Gobierno se alió a los corruptos Bejarano, Ímaz y Ponce -a los que negó para salvar el pellejo-, quien usó su cargo y el dinero público para convertirse en candidato presidencial, quien jefatura al primer gobierno de izquierda que tiene presos políticos -en el caso Ahumada-, quien se negó a la transparencia de su gestión, se burló y desdeñó a los capitalinos que marcharon contra su ineficacia y a favor de la seguridad, escondió las auditorías de los segundos pisos y desvió millonarias sumas de dinero público de esas obras, para favorecer a los constructores amigos.

    Por memoria no podemos votar por AMLO, porque recordamos a quienes dieron la vida por el ideal del naciente PRD -que cayeron en el gobierno de Salinas, del que eran operadores Camacho, Ebrard y Díaz-; porque a diario nos enseña su autoritarismo y desprecio por la democracia y la vida institucional; que cultiva la incondicionalidad absoluta, hasta la abyección; que elogia y eleva a los cortesanos y convierte en enemigos a quienes piensan distinto, que persigue a quienes lo critican y premia a los que lo ensalzan.

    Por conciencia no podemos votar por AMLO, por el PRD y por la mayoría de sus candidatos, porque son responsables de la destrucción del más importante proyecto partidista de la izquierda mexicana, porque llevaron la corrupción y las peores prácticas del PRI a ese partido, porque presionaron con las nefastas "cargadas" a escritores, periodistas e intelectuales, porque en su delirio del poder olvidaron las ideas, la discusión, la crítica y la autocrítica -valores esenciales de la izquierda-, para refugiarse en el fanatismo, la popularidad y el mesianismo. No podemos votar por quien en lugar de una elección democrática pretende una imposición monárquica.

    Por esas y otras razones -fundamentalmente de principios-, mi voto no será por Andrés Manuel López Obrador, ni por el PRD y menos por sus candidatos a otros puestos. Pero también por congruencia, mi voto no será para el PAN, porque nunca votaré por la derecha. El voto para el PRI siempre ha estado descartado. Mi voto es secreto.

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