Fango sobre la democracia

SEPTIEMBRE DE 2006
Fango sobre la democracia
por Roger Bartra


¿Por qué perdió la izquierda y dónde radica su incapacidad para aceptarlo?, ¿cuáles son los retos del ganador?, ¿cómo opera el clintelismo en la capital y a qué se debe el arrobo de los intelectuales por AMLO?, ¿cuáles son los riesgos de la protesta posteletoral para nuestra joven democracia? Bartra ensaya lúcidas respuestas para estas preguntas.

El candidato de la izquierda populista ha volcado un inmenso alud de lodo sobre las elecciones presidenciales más transparentes y auténticas que ha habido en México. No ha aceptado su derrota, ha denunciado un inmenso fraude, sin probarlo, y ha rechazado las decisiones del Tribunal Electoral. De esta manera ha culminado el proceso de su metamorfosis, y de ser una opción política se ha convertido en una molestia social. Ha envenenado el ambiente electoral y ha colocado súbitamente a la izquierda en una posición contestataria marginal. Con su agresivo populismo ha ayudado a que la derecha se mantenga en el gobierno. ¿Cómo se pueden explicar estos insólitos resultados? Ha llegado el momento de reflexionar, de discutir y de abandonar los maniqueísmos. Detrás del escenario de la confrontación entre dos adversarios, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, hay una complejísima textura que nos invita a matizar y a desentrañar los mecanismos menos visibles de la lucha política.

Populismo conservador

¿Por qué perdió la izquierda? A partir de 1988 la izquierda logró erigirse como la gran responsable moral de la transición y en el motor más importante que impulsa la instauración, casi una década después, de procesos electorales confiables operados por instancias autónomas y ciudadanas. Sin embargo, desde sus orígenes comenzaron a ser visibles las tendencias que minaban al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Me refiero a la expansión de un populismo conservador que iba recogiendo los deshechos del viejo nacionalismo revolucionario que el PRI abandonaba en el camino. Lo llamo populismo porque su base es la relación del jefe con “su” pueblo, al margen de las instituciones democráticas de representación, gracias a una estructura de mediación informal por la que fluye un intercambio de apoyos y favores. Es la forma tradicional en que han operado los caciques, tanto en los ejidos como en los sindicatos, tanto en regiones rurales como en ciudades. Lo llamo conservador porque se propone preservar o restaurar formas de poder e ideas propias de nuestro antiguo régimen, el autoritarismo revolucionario que dominó a México durante siete décadas.

La hegemonía en la izquierda del populismo conservador fue una de las causas que contribuyeron a la derrota de su candidato a la presidencia en el 2000, Cuauhtémoc Cárdenas. El PRD y sus confusos aliados, en esas primeras elecciones claramente transparentes y democráticas, presentaron la imagen marchita del viejo nacionalismo revolucionario ante una derecha democrática, moderna y pragmática encabezada por Vicente Fox. Pero la izquierda no comprendió la situación y atribuyó equivocadamente su fracaso a las manipulaciones mercadotécnicas de la extrema derecha, de las corporaciones empresariales y del catolicismo militante conservador.

Durante la campaña del 2006 López Obrador continuó en la misma línea. A pesar de ofrecer un programa político tibio, desarrolló una furiosa campaña contra la clase media, los ricos y el presidente Fox. En nombre de los pobres, condujo una espectacular confrontación que le enajenó el apoyo de sectores que ejercen una influencia crítica en la sociedad. El clímax del desprecio por la clase media ocurrió en junio de 2004, cuando descalificó con malos términos a los cientos de miles de personas que en la ciudad de México marcharon para exigir seguridad. Sólo en condiciones muy excepcionales de gran deterioro político de los partidos tradicionales (como ocurrió en Venezuela) puede un dirigente populista, enfrentado agresivamente a los sectores medios, obtener la mayoría electoral. El discurso incendiario de López Obrador contra la asustadiza clase media le hizo perder millones de votos. A ello se agregó el hecho de que arremetió reiteradamente contra la figura presidencial, sin darse cuenta de que Vicente Fox es para la mayoría de los mexicanos el símbolo de la transición democrática y representa a una fuerza que derrotó el autoritarismo del antiguo régimen. En esta campaña electoral la izquierda populista cometió un terrible error de apreciación: denunció al gobierno de Fox como el poder represivo y cuasifascista que había conducido al país a un desastre económico. Proclamó que la gente ya no podía tolerar tanta opresión provocada por un grupo de traidores a la democracia que conspiran contra las causas populares representadas por López Obrador.

Sin embargo, era obvio que la mayor parte de la gente no percibía esta “catástrofe” en la que se supone que vivía el país. La amenaza del complot, de la derecha ultramontana, de la organización secreta de El Yunque, de los empresarios corruptos y de la quiebra socioeconómica tampoco se convirtió en una percepción generalizada. Estas exageraciones crearon un fantasma con el que se enfrentaba la esgrima electoral de la izquierda populista, pero las estocadas sólo rasgaron el aire de un espacio vacío. El resultado fue que se esfumaron los cuatro o cinco millones de votos que López Obrador suponía que tenía de ventaja por arriba de su adversario. Según los datos del Instituto Federal Electoral (IFE) Calderón le ganó por cerca de un cuarto de millón de votos............
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